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historia y: la experiencia. Nuestro Señor Jesucristo para honrar a su Santísima Madre y¡ pagarle lo mucho que hizo ·en favor su– yo cuando vivió en este mundo, ha dispuesto que los verd!aderos devotos de María gocen de dicha espiritual, amando, obse;– quiando g. honrando a la que le d:ió el ser die hombre; esto es, María Santísima. Veámoslo por la historia. Innumerables son '.os ejemp,los y: los hechos f:!Ue confirman esta verdad tan .llena de consuelos y: ,esperanzas para esta triste vida Y' sobr,e todo para la hora terrible de la muerte. De San Dionisio Aeropagita, te dije en otra, que cuando la. vió 1J habló, viviendo E Ha en carne mortal, _quedó, él tan ena'– morado de Ella y, transformad/o en Dios, que su corazón par•ecía un volcán de fuego divino. Dice el P. Nieremberg, que cuando la Virg,en María vió el extravío y, la terquedad .de San Pablo en perseguir a los cris,- . tianos, oró por él y¡ le alcanzó la conversión; por ,ese motivo fué después devotísimo entusiasta die la Madre de Dios, y1 ,esta su devoción a ~áría se l.a comunicó. a sus · discípulos San Ti~ moteo, San Dionisia, San Lucas y1 otros. San Pedro Damiano refiere que un JJermano sug10 llamado Marino se encendió tanto en el ,amor a la Virgen que se le ofreció por esclavo; y1 ,en señal de ello s,e puso al cuello una argolla. La Virgen se complació mucho de ,ello y1 al morir se l_e apareció Ella compasiva y, llevó su alma al cielo. Un conde de Jl.lsacia, llamado Adlolfo, renunció a sus rique– zas g, se hizo religioso franciscano. Fué muy 1 , enamorado de la Madre de Dios, a quien constantemente obsequiaba. Cercano a la muerte temía mucho el rigor de 1a divina justicia. En tales an– gustias se apareció al moribundo la Reina del cielo y1 le dijo: ¡ Adolfo mío, carísimo ! ¿ Cómo temes tanto la muerte tú que eres s.iervo mío y te has consa_grado ii mi servicio? Con tan re– galadas palabras quedó consolad!o, sin los antiguos temmes, y1 murió con toda paz y traquilidad, como mueren los devotos verdaderos de María. San Félix de Cantalicio, religioso capuchino, fue muy terviente enamorado de la Santísima Virgen, a quien amaba y1 honraba como a su verdadera Madre. Cierto d!ía se le apare– ció la Virgen con el Niño Jesús, y1 le puso en sus brazos ·a su Divino Hijo piara que se regalara con El. Estando oeroano a la muerte se le apareció María, convidán– dol,e a ir al cielo en su compañía¡, y1 llevó su alrnfa a la gloria. Cuenta el P. Bineti que un caballero miw devoto de la Vir· gen María antes de mo.rir le dijo estas palabras: «No podrá imaginarse, Padre mío, el contento que siento por haber servido a la Madre de Dios. No sabría d!ecir el gozo que experimento en esta hora postrera». Mi seráfico Padre San Francisco de Asís fué también un entusiasta del amor a la Reina de cielos .y: tierra. Con mucho interés encargó a todos sus hijos la devoción a María. Durante su vida recibió de Ella muchos y, señalados favores;. y, en su última hora, no le faltó su amparo y, amor de Madre, la más tierna y compasiva.
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