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90 hemos recibido y, recibimos cada dí,a d!e la .Madr,e d:e Dios nó pueden contarse, porque son iinmensos. Desde el momento que Ella oontes'tó al ángel diciendo: He aquí la ese¿ava del Señor: hágase en Mi s,eg~n, ,tu palabra (San Lucas, 1, 38), aquella su pronta y1 total obediencia e los deseos de Dios r,emovió el cielo y1 lo inclinó hacia Hl]a y, atra– jo inmediatamente al diVino Mesías, por tcrq.tos ~iglos esperado, de todos des,eado !JI de todos necesitado. María era el representante de toda la humanidad' .y, no retiene p,a:ra sí sola a su clivino Hijo; pues nos le dió en el establo de Belén, en la presentación en el templo, cuando le def,enclió dfe la crueldlad die Herqdes, suando le cuidó !:J' ,crió en su humilde casita de Nazar,et, ,cuandio· le clió su bendición de Madre para empezar a p,rediicar su Ev:angelio... María Santísima nos dice hoy• a todos: V1en'~cl :to,d'Qs a Mí: saciaos del fruto de mi vientre, Cristo Jesús:, que se os cla cad'a día en la Santa Misa, en la Sagrada Comunió:n, ,en Ja doctrina ver– dadera die su Iglesia Católica, en los siete Sacramentos .bien re– cibidos, ,en la meditación y, or,ación ícle~Olta y f,ervomsa, !:J' siempre que queráis acercaros al sagrario de cada .ig1esia o p:arroquia donde os espera el enamorado de vuestras almas, sedientas die Dios. María Santísima nos mereció a Jesú¡s, ,nos convida con' Je– sús, nos da a su divino Hil<X y, 100n El t~cfa bieln !J' todlas las cosas, Más aún: hoy1 está en .el cielo ante el trono de la Santísima Trinidad rogando por nosotros, alcanzánclonos gracias celes– tiales... Joven amado, seamos agradeciclos a las bondlacles de nues– tra dulce Madre María. ¿Quien puede conta.r las millonadas de beneficios que reci– bimos cada momento de nuestra vida die la Maclre de Dios? Causa honda p,ena el considerar que, sienclo no:sotro,s tan atentos y cump,lidos para con las p,ersonas que nos haaen aigún p,equeño servicio, seamos tan olvidadizos e ingratos para con Dios, p,ara con Jesucristo 11' su santísima Madre,, que son -nues'– tros verdaderos bienhechores. Tú y, yo, amigo mío, remediemos el error y: el grave 'daño que la ingratitud nos ocasiona. EJEMPLO.-Cuenta San Ligorio que cierto pecador, fuer– temente atado por el vicio deshonesto, no se sentía con fuerzas para vencer su infame pasión. Comenzó a rez,ar el santo ·Ros,ario y, luego se vió libre de su depravada y, maldita costumbre. ¡Oh! ¡ Qué buena es la Santísima Virgen María! Aciiós. Manda a tu afectísimo en Jesús, María y José, P. PACIFICO
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