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82 R,ev;eló el Señor a Santa Catalina de Sena, que El por su bondad había conoediclJo que ntnguno d!e los que se encomen– daran devotam0n!fo a María cay1ese en el infierno p:or muy' pe– cador que fuera. San Buénav,entma, animando a todos a encomendarse a la Virg,en, se expr,esa así: «Oídlo vosotros, todos los que an11eláis ~l paraíso: servid, honrad a María y1 hallaréi.s, , infaliblemep.te la vida ,eterna». «El culto, ,YI la devoción (verdadera) a la Madre d:e Dios son u:na señal cierta de predestinación; así como el despr,ecio y: la desobediencia a Marí:a son a, la vez una señal cierta !J' una causa de reprobación eterna». Bien nos demuestra esto último Nestorio, Helvidio, Cons• tantino Coprónimo, Juliano ,el Apóstata, etc. . ·. «La •experiencia prueba que el '~erdadero siervo de María es siempre virtuoso y, aborrece en gran ml!nera el pecado» (Barbier: T,es. de C. L. III). Por ·eso, amado joven, todo el mundo crey,ente se .postr,a a los pies de María para honrarla e invocarla con amor y confianza. No hay, iglesia en el mundo donde no hay 1 a una imagen de la Virg,en, ni casa de familia sin tener un cuadlro o estampa de Maria. Todos 1os fieles cristianos acuden y1 pomm su con– fianza ,en La Madre de Dios. · Se trata de un hecho constante, diario, iJnvariable, univer– sal y, fijo ·en todos los tiempos y, circunstancias desde hace veinte siglos. Lo hallamos en la sociedad actual, en las g•eneraciones pa– sad:as; radica en sus mis~as entrañals !} lo v;emlos en la super– ficie. Tuvo principio cuando Jesucristo, pendiente en la ,cruz, dijo a su Madre:-Mafe11, ahí tie,n,i,s a tu hi¡o.-Y< a San Juan: -Ahí tienes a tu M:adre. (San Juan, 19, 261:27.) Esas p1al,abras del Hijo de Dios moribundo tienen 1od:a la fuerza 'd 1 e una leyl, y, dan a entender ,el amor die Jesús a su dolorida Madre, al discípulo amadlo y1 a todlos nosotros en él representados. Desde aqu:el primer Viernes Santo. en que Jesús nos redimió y. nos puso bajo el amor y aJ:I1.lparo, die su .dulce Madir,e, quedó íntimamente unida nuestra suerte .etern·a a su Santísj!rn!a Madre. A Ella le conoedió co½azón de· 1)1,aidlre !JI a nosotros corazón de hijos; por eso nosotros la honramos, ,0nsalzamo1s sus glorias, defendemos sus prerrogativas, la bendecimos y, propagalmos su amor, su culto y, devoción; Y' la Madre die Dios nos ampara, nos defiende en las tentaciones y1 p,eligros, interoed!e por fiosotros,, nos ama como a verdaderos hijos suy10s espirituales, corn!o a her,– manos de su único Hijo Jesucristo, Dios y1 Hombre verdadero. Esa es la razón porque todo el mundo crey1ente am(a a María, a Ella acude y, en Ella firmemente esp 1 era y no queda d~frauct:a:. da su esp•eranza. Difícilmente se hallará un solo cristiano, aun de esos remata– damente indifer,entes e incrédulos, que en las vicisitudes de la vida no h!iy1a acudido a Máría y no hay1a sentido su maternal asistencia.

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