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80 ¡Oh, M.arí.a! Yo os .amo. Dadmle vuestro aimor. Defended!– me _en vida 11 .al morir. Adiós, mi .amado joven. Manda a tu afectísrmo en Jesús; María !l José, P. PACIFICO CARTA XXIV. La verdadera devoción a la Santisima Virgen María es una bue,na señ,al de predestinación. ¿Qulén n'o la d1es.ea? Amadísimo jol.'en: Creó Dios al hombre piara que le co– nozca, y, éonociéndo1e le .ame, y1 .amándole le p,osea l:J' :sea fe'- liz por toda La ,eternidad. . De ese conocimiento de Dtos y1 de su obediencia y1 amor al Señor depende en .absoluto nuestra éte11na dicha. Dios nos cr,eó par.a el cielo, nos ,e1evó al orden sobrena– tural, nos ofoece su ayuda: sólo falta nuestra cooperación y1 fiel correspondencia a las fnvitaciones del Señor. Decía un alma f.ervorosa: «Yo me sostengo firme en mis tr;abajos, adv;ersidades, tribulacion-2s, ayunos, mortificaciones, pie·– nitencias y, desv-elos por la práctica de la Virtud', acor-d'ándiome que voy camino del cielo». Eso m!e da aliento, valor y, valentía par.a no desmay1ar, ni .aflojar, ni detener el paso en d camino de mi ·salvación eterna.. Bien dicho. Siga usted sin detener el paso. No se canse. Es de fe que Dios nos tiene ·preparados en la gloria bienes eternos par.a el alma, para ,el cue11po y1 :para toda la eternidad!. Qijo San Cipriano: «Qué gloria y1 qué a1egría tan grande será el vers•e admitido .a la visión de Dios?» Los San'tcis y. .amigos de Dios, ,acordándose de los pr,emios y, gozos del .cielo, se animaban a v;encer sus pasiones, a prac– ticar ·1as virtudes cristianas, a amar al Señor y1 a ejercitar la caridad con ,el prójimo. ¡ Oh sí! Estar con Dios. Verle. Vivir unidos con ,el bien Sumo y, Eterno. Y.a no hay· más que decir ni dese.ar , porque y.a se alcaniZó , el último fin para el cual Dios nos creó. ¡ Qué dicha! Puede s,er l.a nuestra, si queremos, si por nosotros no queda. Solamen– te nos falta 1a persel.'erancia en servir fielm.Jnt'e al Señor. Animo y valentía encargo. Ahora, jov,en querido, conociendo nuestra flaqueza y· los muchos ,enemigos que s-e oponen a nuestra eterna dicha,... ¿Quién hay que no tiemble ante la terrible Y' esp 1 antosa inoer-. tidumbr-e de su propia y, eterna salvación? ¿Me salvaré o me
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