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78 Uno de los títulos con que quiere la Santa Iglesia que invoquemos a la Virgen ;María y, que mucho alienta al pecador es el de Riefugio de los pecadores. La Madre de Dios ,es el asi1o seguro ael pobre pecador; por lo cual dice San Bernardo,: «Si no qui,eres verte sumergido por la tempestad mira a la ,estre:– lla; •1Iama a .&\.aría ,en tu ayuda». Y ,el seráfico doctor San Buenaventura añade: «Polwes pe– cador,es que ,estáis para sucumbir, no os desalentéis; levantad vuestros ojois, mirad a esta Estrella; alentaos, cobrad confian– za, porque María os sacará de las revueltas olas de esta tem– j:i,estad y: os conducirá al puerto de salvación». Y el Padre San Basilio se expresa así: «No desconfíes, pecador, y1 en tus mise~ rías no ceses de acudir a María. Llámala ·en tµ socorro, que la hallarás si,empire pr•eparada para ayiudarte; porque es voí·untad de Dios que socorra a todos ,en todias sus necesid'adles». ¡ Oh, cuántas almas inocentes, puras y1 vírge,nes se conser– :varon i1esas y, más blancas que la nieve en m 1 edio de una furio,– sa tempestad de tentaciones, die peligros, seducciones, malos ejemplos !Ji escándalos, Y' su corazón se sintió lleno de con– suelo al invocar a María Santísimá! ¡ Cuántos pecadores y: pecadorás andiuvieron buscando p,la– ceres y contentos para su corazón ,en las deshonestidades más desenfrenadas y1 no los hallaron, hasta que, conv,ertidos, se vol– vieron a Dios, y1 en su divino servicio 'Y' ,e1n la devoción ,a María Santísima hallaron ·Jo que necesitaban y, buscaban, no acabando jamás d:e llorar sus extravíos e ignorancias y, dar gracias a Dios y, a María. Buen testigo de ,esto es Santa María Egipcíaca,. la famosa pecadora de A1ej,andlría, que después die diecisiete años die muchas deshonestidades, desenvolturas, seducciones Y' escánda– los, ayudada de la Virgen .María se convirtió, se confesó, hizo penitencia y venció las .furiosas tentaciones con que el demo– nio la acometió, por otros diecisiete años. ¡ Oh, cuánto icon:– suelo inundaba su alma cuando iJrrV1ocaba a la Madr~ die :q¡os ! Lo mismo. l~s sucedió a otras pecadoras, co 1 mfo Tais la Pd– cadora, Pelagia la Penitent,e, ·santa Margarita de Cortona y, otr.as . Lo propio ocurrió a San Agustín cuando se V1olvió a Dios, ,el cual no acaba nunca de ponderar lo que consuela al alma el ser devotos de María. ¡ Oh, cuántos consuelos y1 delicias ce,– J,estiales hallaron los Santos en la devoción a la 'Reina de cielos y tierra! j Cuántos quedaron arrobados y1 fuera de los sentidos pen– sando ,en María! ¡ De cuántas tribulaciones .1es libró! ¡ Cuán, tas tentaciones V1encieron con su ayuda! ¡ Cómo crederon ,en virtudes y santidad apoyados en su Valioso patrocinio! ¡ Cuán– to tr.abajaron por la gloria de Dios y, salvación de las almas, aientados por los ej,emplos que en v'ida nos clió la Madire dt Dios y: auxiliados con su protección!. · ¡ Cuánto consuela el solo nombre de María! Del tesoro de ·la divinidad salió el nombre die María», dice San Pedro Damiano. «El nombre de María está cargado de dulzura 9, suavidad
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