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- 66 medio de las persecuciones y, aflicciones; que vive conforme en su :p·enuria y1 p,obreza y modesta en las bienandanzas; que consuela a los desgraciadiOs y, afligidos, llorando con ,ellos; que es dilig·enk en remediar sus necesidades; que se ,esruerzia en luchár contra los vicios. en dlef.ensa die la fe, !J' es propaga– dora de nuestra nueva religión; maestra die penitencia, disp,en– sadora de todas las obras de caridad entre los fieles y 1 amiga· de los humildes; qU1e a dievoto:s aso:mlbra con su devoción, y1 todos la 'bendicen !J' la alaban. Son p·ersonas dignas de crédito las que nos dicen que· ,en María, M1a'dire de Jesús, s,~ une a la na– turaleza humana la naturaleza de la santidad angélica. Todlo esto me ha conmovido y, aviva grandemlente mi cleseo die contemplar, si me es lícita la expr,esión, este prodigio ceies1fa y1 sacratísimo -eS!– pectáculo». Y en otra carta que ,escribió al mismo San Juan Evan– gelista, le dice: «Deseo, si me ,es pe11m'itido, subir a Jerusalén y1 saludialr'te a ,ti y a lqs fieles que allí moran, especialmente a María, Madre die Jesús, que aseguran ,que ad 1mira a todos y! a todos es grata. La verd!ad, ¿a quién no deleitará 111er !J' hablar a la que dió a luz al verd 1 adero Dios?'» Dícenos la Historia que todios ·1os que miraban y; hablaban con la Santísima Virgen María quedaban inundados de gozo di– vino Y' se s,entían inspirados y fuertemente movidos a :ser más honestos g puros. Tanta ,era su modestia, suavidad', caridad/, dignidad y honestidadi.- Jov,en querido: !J' ésa es nuestra Madre amantísima. Refiérese que San Dionisia Aeropagita deseó mucho vey1 y, hablar con la Virgen María. Fué donde Ella estaba;, !J' luego que San Juan Evangelista le puso en su presencia, quedó todlo como arrobado en éxtasis die amor, e inundado die un. contento y1 ale– gría tan celestial y1 divina que ,le bañó el almla !J' cuerpo, como si estuviera y1a en el cielo gozando die Dios. El mis'mo Sanio nos asegura con juramento, que si la fie no le dijera lo contrario, crey12ra ,que María ,era Dios, y: que él había entrado y1a en la gloria. Dime, joven amante die María Santísima: si estos Santos así ponderan la hermosura, la bon– dad, La finura, la amabilidad' y1 cari:dlad de la Madre de Jesús, aun cuandio vivía en este mlundlo 1 dondle tanto tuvo que pade'– •cer y, sufrir, hasta llegar a ser Reina die los Mártir.es... ¿cuál será ahora en el cie1o, coronada de .gloria !J Ríeina de delos y tierra? ¿Cómo no nos roba el corazón la hermosura, la san·– tidad' !J' el amor de esta nuestra divina Pastora? Jim~mosla 11' nos irá bien. · · La misma razón natural nos persuade que era dlel todo con– v:eniente y1 necesario ·que e1 cuerpo virginal de María fu~se d~ buena constitución ct:e gracia y1 die hermosura perfectísimo; pues nacía p:ara die él formar, en la Encarnación dlel Verbo divino!, el cuerpo 1 m:ás perf1ecto y, santo ,die todlos los homhr,es, de Cristo Jesús, Hijo de Dios. También el alma perfectísima !J' santísima de María exigía un cuerpo limpísimo, hermosísi:mo y1 perf.ectísim!o en todos senf– tidos, pues Dios todas la's cosas hace perf,ectas !Ji acabadas. Y ésta era su obra maestra y: perfilada. pjce un autor ,eclesiástico: «Sabemos que Eva fµé die todio

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