BCCCAP00000000000000000000530

lo ve. Ella, avergonzad!a mira oómo le despojan de sus .vestidos, cómo le insultan, cómo se ríen die E:I y1 cómo Je extienden en la cruz. Oyre el golpear del martillo, contempla el estertor de aque– llos nervios y1 carnes virginales... No le es posiblé aliviarie en cosa alguna; más bien con su presencia aumenta, sin querer, su aflicción. ¡ Oh R!eina de los Mártire.s y1 Virg,en de los Dolo– res! Yo os compadezco y1 os amo. ¿A quién te compararé, Vir– gen, hi¡a de Sión? Yo fuí ,el culpable. Una· Madre al pie de la cruz, donde agoniza su inooent,¿ Hijo. ¿Cuál sería su dolor? FU evangelista San Juan no se 'le ocurrió otra cosa mayor, para ponderar la honda aflicción 'i::l'e María, ,que decir: Estaba ;unto a la cruz de Jesús su Madl'e. ¡ Qué escena tan desgarradora! Dijo la Virgen a Santa Brígida: «Yo no me separé· de El: antes por el contmrio, me acerqúé nrás a la cruz» para asistir a su ignominiosa muerte. .Lo que padecía Jesús en su cue11po lo pc.aecía María en su alma. La Virgen miraba a Jesús y1 su Hijo miraba a su afligidísima Mad11e, y, p,adecía más por Ella que por Sí... María, sin podler decir una sola palabra, moría viviendo y1 vivía muriendo. Calla· ban sus labio:, y· hablaba su corazón, ofreciendo aquella víctim'a al Eterno Padre en descuento de los ,pecados del mundo y, de los mfos. Jesús inmolaba su cuerpo y, María sacrificaba su alm!a para llevamos al cielo. Ella le oy1ó decir: Tengo serA. Pero en nada pudo aliviarle; pues no tenía ·más que agua de lágrimas. Vió y oyó.... ¿Qué vio y oyó? Y los que pa.~aban 'p'or allí te blasfemiaban, me,neando la cabeza, y diciendo: Hola, Tú que merribas el temp'lo de Dios,, y en tres días le reedificas, sálvate a Ti missmo; si eres el Hilo de Dios, /ÍJesciende e/Je la cruz..• A otros ha sallliaio y no puerM salvarse a sí mismo... Confía en Dios, .pues si Dios le amia, líbr.de ahora, y,a que El mismo decía: ~o soy el Hijo de. Dios (San Mateo, 27, 39-43. ¿Qué sentiría al oír tales desacatos, insultos lJ d!esprecios? ¿No se le desgarraría el corazón? ¿Córno no murió die do– lor Madre tan amante? ¿Y cuando vió que atravesaban el coc. razón de su Hijo con una lanza? ¿Y .cuand 1o al bajarle de la cruz le recibió ,en su regazo, tódo herid'o, cubierto de sangre y, hé.cho retrato de tod1os los dolores? ¿P,odía vivir sin, nuevo milagro de la divina gracia? Imposible. Dime, joven.•. ·~.mereoe compasión? Nada d!iré de lo que ,pasó en el entierro de su Hijo dli· vino, de su amarguísima y tristísima soledad. Estas escenas, tan desgarradoras deben meditarse todos los días para que muev:an nuestro corazón al arrepentimiento de la culpa y1 a fa enmiend;a de la vida. ¡ Oh Madre die DiQSi !:J' Madre mía! Dejad– me llorar, y 1 a que Vos sois inoaenle !:JI ¡J:o pecador. Permitidme mezclar mis lágrimas con las vuestras. Vos lloráis por amor y1 yo Horaré por el dolor que me causan mis extravíos Y' Iocu~ ras. ¡Oh! Piedad de mí. · Amadísimo jo.ven: procurem!os tú !:J' . yo coo;p,erar a la d'ivl:na g,racia que :nos Uam,a a la imitación de Jesús !:J' María, acomL pañándol,{\s ,en sus penas, do1or,es y1 .afrentas. Si ellos tanto sufrieron para alcanzarnos el perdón g el

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz