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40 ...... cristo Justo (San Juan, 2 1 1). A.sí, pues, nuestro primero .y, prin– cipal abogado, defensor l:l' amparador par,a con el Eterno Padre es Nuestr.o Señor Jesucristo, como dice San Pablo. Porque uno es Dios, y uno tam'bién el m;e!Í!i,arfi,or entre D¡os y tos hombres, Jesucristo hombre (Ep. a Timoteo, 2, 5). Esa admirable y, hondadiosa condescendencia d-el Señor a nuestra pobreza y1 extrema necesidad~ aHenta !:J' agranda nuestra confianza en Jesús, nuestro .Medianero e Intercesor, y 1 a que también ,es de nuestra misma naturaleza, v,erdadiero hombr,e, que está sentado a la diescra de Dios, en donde asimismo in– ferce,d;e por nosotros (Rom., 8, 31J:). . Pero, aunque -hermano nuestro. este _hornbr,e es también Dios, Juez de vivos y, muertos,, que algún día nos llamará a su divino tribunal y, dará sentencia de eterna salvación b conde– nación. No hay, duda que a su vista temblarán las 09lumnas del cie1o; y: ante su rostro Heno de maj,estad cubren su cara los Serafines. ¿No habrá otro medio más ,l;lcomo,dado a la pobreza y, ruindad del hombre que Ie ponga ,en comunicaciún con el Altísimo !:J' peresent,e sus oraciones, necesidades y, ruegos? ¿No habrá una pura. criatura que con amor, interés, dulzura y 1 cari:– dad presente al divino Juez nuestras súplicas, nos alcance 1el perdón de :nuestras ingratitud2s y, la gracia de, la perseverancia en la divina gracia'? Cierto que sí. Conociendo -el Señor estas nuestras neoesíd'ades nos facilitó más el acceso al trono, die su· divina grandeza y, de su misericord'ia: ,nos concedió a María Santísima, su dulcísima Madre. Jesucristo, por un efecto de su infinita carid'adl y, ,entrañable amor al hombre, nos dió por Fl:bogada, Defensora, Amparo, Mediadora y, Madlre tierna, solícita !J' cariñosa a su mismísima Madre María Santísima. ¡Oh! ¡Qué dicha! ¡ Qué consuelo! ¡ Qué satisfacción más completa! Puedo deCir co:11 entera 1;;onfianza; La M,ad!re de Dios, es mi Madr.e. Y con decir -que la Virg,en es Madre mía está dicho todo; porque Ella, como verd,adera Ma– dre, nos ama, nos asiste, nos dJefiende, ampara y1 socorre ~n todas nuestras cuitas, tentaciones y1 neoesidadies.temporaies y: ies;– pirituales. Ella quiere y1 :puede ayudarnos. ¿Qué madlre puedl:! olvidar a sus hitos'? ¿Qué hijito deja die gozar del amor,. con– fianza y, .desvelos de su madre? Es verdad de fe divina que Jesuciisto, verdadero Dios y. verdadero hombre, aun en cuanto honrbre, tiene supremo dominio sobre todas las criaturas, en virtud de la unión hipostática con la persona del V,erbo; y: es omnipotente por su misma naturale– za de Dios:, e ind'eperndiente de toda criatura, aun de su Santí– sima Madre, la Virgen María. Diio el divino Jesús: A Mí se me ha dado toda potestad en el ci,elo y en la tierra (San Mateo, 28, 18). Jesucristo, como verdadero Dios, es omnipotente por su misma ,eseneia o :naturaieza, !:J' María Santísima es también om– nipotente; pero, no por naturaleza, sino por gracia, que le concedió su dMno Hijo Jesucristo. En eso hay, una diferencia enorme. La Santísima Virgen al pasar a ser Madre de Jesucristo en-

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