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¿ Qué somos nosotros en comparación de la augusta Madre de Dios? Si oonociésemos el inmenso valor de este rico y1 precioso don, ¿dejaríamos tj;__e mirar ,este grandio30 privilegio tomo la mayor de nuestras glorias y, grandezas? Imposible. Quien oomp,renda estas verdades., sabrá sentirlas !J' ¡¡gradl:i– cerlás. Quien no las •entienda, ni tiodrá sentirlas ni 4gradecerlas. ¡Oh bendita y, dulcísima Madre de Dios y nuestra t Cúbrenos con tu sa,gract 1 0 manto y1 haz que respiremos el celestial aro·– ma que die él se d~sprendei No ignoramos que ·el ,honor tribu– tado a la Madre es un precio:so título de gloria para el buen hijo. ¡Oh amantísima Madre nuestra! Ya :que el Seño,r o:s ha liecho omnipotente pur gracia; como El lo es por naturaleza, según dice el seráfico doctor San Bmmaventura, miradnos ,oon oj.Os de bondad y1 de amo1r y seremos salvados. Dioe a todos la Virgen María: Escuchadme, hijos míos: Bienaventurados los que observen mis .caminos. Escuchad mis instrucciones y1 no las rechacéis. ¡Dichoso ,.el hombr,e que me ,escuc!h¡e y1 que vele todos J.os días ante mis puertas y, ,espere ante la ,entrada de mi casa! El .que me ,enoontrare a Mí, -'encontrará la vid.a. Imitad mis ejemplos, practicad mis virtudes de fe, esp,eranza, caridad,: humildad:, abnegación, :pureza, obediencia !:I' amor. ¡Ah! ¡María Santísima ·es nuestra Madre! ¡ Qué dicha! , Este es el sentimiento unánime, univ,ersal que se extiende desde la cuna misma del cristianismo, at>arc'andiolo todo, hasta nuestros días. No puede ser esta µniversal creencia !:11 hondo sentimiento de todo cristiano efecto de un engaño o juicio erróf– neo que de la Vir_gen se f,o,rmó el cristianismo, sino fruto .de la fe, como rtos enseña la Santa Iglesia. Fué ,este precioso, y1 supremo legado de J,esucristo una de las efusiones de su divino Corazón, especialmente ,en las últimas horas de su vida. Antes ·de irse d!ejó a ja Humanidad lo, inás precioso, que le quedaba: su prop,ia ·Madre Inmaculada. . Desde entonces 1os pobres mortales caen de rodillas, le– vantan sus manos, •elevan su mirada a la imagen de María y1 la saludan, diciendo: Madre mía. o,s amo, amparadme. ¡Oh, sí! · ¡ Madre mfo !, clama ef niño ino 1 cente, ofreciéndole las pri!- micias de su corazón.. , ¡ Madr.e mía L le dice el joven invocando su pat_rocinio, para v,encer los peligrQs que le acechan ,en los hervores de la lucha. ¡ Madre mía!, exclama la donoella pura y1 virgen, confiánd'o'· le los secr,etos de su corazón e implorando su ampa110 en los continuados peligros de la vida. ¡ Madre mía!, repite sin cesar el hombre en los tormentos !:I' críticos momentos de su ,exist,encia, cuando 'todlo lo ve negro !:I' se persuade que ,es segura su caída o 1dJesdicha. ¡ Madre, Madre!, susurra el enfermo y, moribundio en el le– . cho de dolor, imprimiendo último y1 confiado ósculo a la ima– gen de María, su celestial Protectora ,en su hora suprema. ¡Madre mía! ¡Madre mía!, es el clamor universal que es– pontáneamente saie die· toaos Ios pechos humanos y, se ,eleva al trono de María Santísima. Es el grito del amor. Es el cordial y _verdade:110 cariño del hijo p,ara con su Madre divina.

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