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- 34 - de santificar y, salvar las almas; se quedó sacramentado en 'Cada uno de nuestros sagrarios; nos ieconcilió con su Eterno Padre; dejó de par en par abiertas las puertas del reino de los cielos; nos ·convi da ál arrepentimienfo de nuestras culpas, por enormes que sean; nos ,ofrece el perd:ón ,en ,el santo tribunal de la Peni:– tencia; dice que se .celebra Hesta ,en el cielo por cada peciador que se arrepiente y1 enmiend:a; que El no vino en 'busca de los justos, sino d'e los pobres pecadores, que andan como ovejas des~ carriadas, y, por Jesús esp'eramos ir al cielo... Sí: María Santísima ¡nos dió a Jesús una sola vez en el portaliUo de Belén; y, ,01hora, todos los días, millones de personas le recibimos cada día en la Sagrada Comunión. Si el pueblo cristiano adora, alaba !:JI ama a Jesús en el Sagrario; si permanece horas y1 horas arrodillado Y' se extasía ante Jesús Sacramentado; si adorna sus .calles Y' plazas para llevarle en solemnísima pr,ocesión el día del Corpus Christi; si entusiasmado entona himnos y 1 cánticos sagrados al Divino Prisionero del atnlor, ¿a quién debe todo esto, en principio, sino a la Virgen María, que espontán,ea Y' voluntariam:0nte Ella ld!ió su consentimiento ,para la Encarnación del Verbo divino, cuan' do dijo al Angel: He a,quí la esclava del Señor; hágase ,en Mí según tu palabra? (S. Luc., 1, 38). El consuelo inexplicabl,e que recibe ,el enfermo en los últi– mos instantes de su vida con el Sagrado Viático, ¿no se dlebe en parte a la Vir_gen Inmaculada que nos le trajo ·a este mundo? Joven amadlo: tocio eso Y' mucho más nos vino por medio die la .Madre de Jesús. · Deuda muu crecida tenemos con la Reina de los delos y tierra. ¿Qué correspondencia, agradecimiento, culto !:J' amor sei'– rán suficientes para desempeñarnos? En el H:ntiguo T,estamento no vivía Jesús. De esa benditísima e inmaculada Virgen procede ahora él infinito manantial de gracias sobrenaturales y1 divinas qiie bro– tan áel amantísimo 'Corazón Ge Cristo para remedio !:JI oonsu~lo de todos los hombres. Es verdad que Blla es pura criatura; pero, ·desde el primer instante de su. vidia, fué escogida y1 pirivil legiadia para ser Madre de Dios¡, y1 die su purísima sangre brotó la sangre del Hijo divino,, h~cho Hombre, para llevarnos al cielo. 1 Oh, si! · Desde que el Señor obró por Ella cosas tan admirables y portentosas, la contemplo Reina de cielos y1 lf!ierra l:J' manantial de todas las bendiciones. Ella es la que distribuyie todas las gracias ~a las almas y es su corredentora por habernos dado al Divino Redentor. Es verd'ad de fo, que solamente Jesucristo nos reconcilia con su Etemo Padre, ofendido por nuestras culpas y1 que Solo Bl es I quien quita los pecados del mundo; pero María es nuestra defensora ante el divino tribunal. Ella 1 1io satisface por nues1ros pecados; pero por Ella vino al mundo quien nos aplica la debida satisfacción. No es Ella quien de justicia nos reconcilia con Dios ofen– dido; pero tampoco se hizo la reconciliación sin Ella, por s~r Madre del Reooncjliador, ·
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