BCCCAP00000000000000000000530

28 Como la devoción y, el culto a la Virgen nació con la R;e– ligión cristiana desde el principio del cristianismo,, todos los que abrazaban el Santo Ev,angeliin y, r-ecibían el Bautismo pro.– fesaban tierna devoción a la Madre de Dios y, se encariñaban oon Ella, imitando ·el ejemplo de los Apóstole; y1 d'e'más .discípu– los de Jesucristo. No podía ser de otra manera, porque el ejem– plo arrastra. Si queremos persuadimos de cuán .ardiente y, ,eficaz fué la devoción de los primeros cristianos a la Virgen María, fruto exquisito de la p_redicación de la Iglesia, no tenemo3 más que abrir los ojos !JI ver la multitud de templos y santuarios d~di'- 1cados .a: la Madr,e de Dios', y, observar el entusiasmo, la valen– tía !JI constancia oon que el pueblo, cr,eyente defendía los privile- gios· y1 prerrogativas d~ esta Señora. ~- Esa fué obra de la Iglesia al predicar ,el Evangelio. Por ese arraig:o de f.e ,en el cristianismo, cuando el hereje Nestorio se atrevió a decir que María Santísima no era Madr,e de Dios, todo el pueblo cristiano se horrorizó !J' clamó contra ~l; y1 .su clamor fué decisivo', obt_?ni:endo la dl~voción a la Virgen el triunfo más completo por la pronta decisión de la l~'lesia. Entonces fué cuando habló el Papa y1 los Obispos reunido~ en el Concilio general die Efeso, condenando solemnemente la herejía de Nestorio y1 proclamando ,en alta "'ºz que María San– tísima es verdadera Madre de Dios. Entonces fué cuando toda la ciudad de Efeso y, todos los forasteros que en gran número habían acudido allí con ocasión del Concmo, habien90 sabido la resolución definitiva del Corre cilio, fa1,1orable a la maternidad divina die la Virgen María, como enloquecidos de amoirl y ;'de entusiasmo, con grandes trans·– portes de alegría santa, en oroenada procesión, salieron por calles !J' plazas cantando con fervor: Santa A1aría, A1adre de Dios... Y no paró ahí su entusiasmo e inaudito fervor. P,or espacio de tantos siglos continúa el pueblo cristiano honrando a la Madre de Dios y, recibiendo de Ella gracias sin fin. En el siglo XII la herejía albigense vueh.ne a, transtornar el orden, Y' el espíritu del mal sonríe soberbio, conmoviendo la apacibilidad del ambiente cristiano, revolviendo .1:11 angustiando las conciencias... En tan críticas circunstanCias sociales, la Santísima Virgen habla al glorioso P. Santo Domingo de Guzmán y 1 le manda que predique y, enseñe la devoción del rezo del Santo R,osario. La Iglesia aprobó y1 recomendó, con todo interés, esa tier– na devoción y· el Santo Rosario rápidamente se ptopagq por todo el mundo civilizado, produciendo coptosos frutos de san– tificación y, aniquilando la herejía, causa de tantos trastornos e inquietudes. Cosa parecida o más monstruosa ocurrió en el siglo XVI, cuando los musulmanes amenazaban invadir !J' aniquilar a toda Europa. En tales circunstancias el Papa San Pío V convidó a los príncipes cristianos a la defensa común; como lo. hicieron en la

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz