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26 bines, m'ás d!ivina que los Serafin,es y, .anade: Hagamos mJemoria de la siantísima, inmaculada,, gloriosísim.a, bendita Señora nuest,~ tra, Ma.áre de Dio's; y1 len su honor, él mismo 1e edificó una iglgf– sia, que hoy: se llama Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, famoso. santuario de todos conocido. Según se lee en las Actas del Concilio g,eneral de Efeso, San Juan Evangelista mandó edificar ofoo, templo, en honra de la_ Madre de Dio~; y1 1se cree f]J.ndadament,e que los demás Apósi- · toles hiciemn otro tanto, cumpliendo fielmente las instruccionies que todos ellos recibieron de Jesucristo, su div}nÓ Maestro, empujados también del ardiente !:JI purísimo, amor que profesaban !:JI el deseo grande que tenían de que todos la conociesen y amasen y: a Ella se ,enco,mendasen. No es p,osible decir, ni aun pouemos imaginar cuánto amaron y, honraron a La Madre ·de Dios 10s Apóstoles !:J' Discípulos d~ Jesucristo y, todos cuantos tuviel10!n la dicha de verla !:J' tratarla, . cuando aún vivía en este mundo. Los sagrados Apóstoles que tantas veces de cerca la trataron, hablaron y1 prácticamente vie– ron !:J' ,exeprimentaron la dulzura de su suavísrmo trato, su ama– bilísima persona, cielo de la tierra; que recibkron sus sabias !:l' maternales enseñanzas, admiraron sus muchos !:J' heroicos ej,em'– plos..., ¿cómo La amarían? ¿Con qué entusiasmo hablarían de Ella? ¿Cómo persuadirían a todos que le fuesen devotos y, a Ella se encomendasen e lm'itasen sus ,ej,emiplos? Su descanso y1 embeleso era tratar, hablar !:J escuchar ·exta– siado.s a la Madre de la divina Sabiduría y, estarse mirándola y remirándola atónito,s !:JI arrobados en dulcísima contemplación... Así tenía que ser necesariamente, porque en María Santísima todo ,era modestia, candior, dulzura, caridadi, amor divino, y1 san'– tidad excepcional; porque es la gran Madre de DioS:, !:J' todo ,en Ella es grandio~o .!:J' sin comparación. Una Madre toda divinizad!!,, cuyo oornzón purísimo y am:ante tiene toda la semejanza y, pa• recido con el de su divino Hiio. Una Madre toda endiosada, milagro cont~nuado de la divina _gracia, prodigio celestial_¡ una Madre Vi~en que llevó en su castísimo seno al ciue no, cabe ni 1en el cielo ni ,en la tierra, al. Dios tr,es veoes ·santo. ¡ Oh la grandieza de María! ¡ Su santidad! ¡ Su gloria! ¿Có– mo será? ¿Ha!:J' criatum alguna que pueda comprenderla? Im– posible. Si hay1 quien comprenda la dignidad, poder, santidad !:J grandeza de su divino Hij,c, Jesuc·risto, comprenderá la de su santísima Madre María Inmaculada, R·eina de cielos y, tierra. ¡ Oh qué Reina , tan admirable es María! j Llena. de gracia! Si alguna v-ez D}os hizo justa ostentación de sus tesoros infinitos, fué creando y1 llenanld:0 :de gracias a María Santísima, purísima Madre suy1a, de tal mod]o, y, manera, que podría decir– se que las grandezas de la Virgen son las más parecidas. a las de su divino Hijo Jesucristo. Los Apóstoles, testigos de tanta grandeza y, santidad como veían y1 admiraban en La Mac!re d~ su divino Maestm, •llOJJOdían menos die serle afectos y1 vivir die Ella ,enamorados. Por eso la Virgen, corr,espondiendo a su amor !:J' devoción,

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