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24 Salomón cantaba su belleza, Isaías su virglnidad, y toda la Humanidad, deseosa de su •vista, la esperaba entusiasmada. A la verdad, cuando los Profetas anunciaban al Salvador prometído y 1 cuando todos clamaban que l'\presurase su venida, ¿qué otra cosa deseaban y pedían al cielo, sino que llegara el foliz monrento en que apareciera aquélla esclarecida Virgen que, había de ser su Madre, sin menoscabo de su virginal integridad? ¡Oh! La expectación drel Mesías prometido constituía la fe de los Patriarcas; y·. en ,esta feliz y deliciosa esperanza halla– ban descanso yi consuelo sus corazones ,en tan larga espera. Mirar die lejos, ver, amar y. adorar al ~-esías, e implícita– mente contemplar, saludar, amiair. \JI honr,ar a María fué la vida de los Sant0;s y1 amig•os de Dios en ,el pueblo escogido... Aquella fe viva en las promesas de Dios; aquella luz so– brenatural rdie la divina gracia, les enseñó el precio de ta vida :sobrenatural, el valor :del alma, su ,eterna salvación y1 la r.eg ,f!nera– ción que había d~ ,obrarse por medio de Jesús ,,,!:11 María. ~i los Patriarcas y Pro.fetas se ven enriquecidos con el don de la fe n muchas gracias del cielo, en María ven y1 admiran •el canal mist•erioso de esas bondadies d!el Señor, que riegan !J! fecundizan sus almas. Jl;mado joven: Miremos de cerca lo que •ellos 1."eían de lejos. Aquellas a}mas, apoy1adas en la fe, tenían sed de la v 1 enida de Jesucristo !:I' de su purísima Maare. Descubrían como ,en lonta– nanza la fuente de la vida de las almas .Y' no podían aur.i beber sus purísimas aguas. Nosotros poseemos ese cfivino manantial; aaerquémo111os a Jesucristo, camino, verdlad y,· vida y1 a su amantísima Madre. Si elfos tanto desearón y· ansiaron ver y g,ozar del trato. del amor y 1 compañía de Jesús l:l' María..., nosotros que tenemos la dicha de cmwcerles y, poderles hablar, y, estamos enter-a– mente persuadidos de su grancJieza, bondad y, amabilidad, ¿cómo no acudimos frecuentemente a EH.os? ) Ah! Millones de rnillanes de ventajas espirituales tenemos nosotros más que los santos del Antiguo Testamento para obrar nuestra salvación y1 hacernos santo~, y de ello daremos estr•echa cuenta a Dios. · Mira amado joven: Aunque tuviéramo.s setenta mil millones de corazones con que pod,er amJl{r a J)esú, y1 a María, itún sería muy escaso nuestr.o amor hacia Ellos; ¿cuánto ll.iás debemos es– forzarnos, sabiendo que no tenemos sino uno bien pobre yt m~- cesitado? · ¡Oh Jesús y, María! ¡Oh Reina y Madre mía! ¡Oh Robador ra de los co,razones de los hombres! ¿ Cuándo robaréis el mío lleno de flaquezas y1 falto de amor divino? Yo os le entrego, Madre mía. Salvadme. Quiero ser santo. Me escondó baj,o vuestro manto yr ,esfüré seguro. Mirad por -mí. EJEMPLO.-Cierto aongregante de una Cofradía o Asocial· ción de la Santísima Virgen María estaba para ser ·~ncarcelado, por no poder pag~r a s,us acrnedores. Como en eso él carecía die culpa, lleno de fe y, de confianza en la Madre de Dios se encomendó a Ella, rogándole que le ay1Udase en tal aprieto.

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