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- 18 lo aonoce to dio y1 nada se le oculta aun en cuanto Hombre; pues su alma santísima aun cuando vivía en este mundo, era comprensora. Como estaba unida personal e hipostáticamente al Verbo divino, veía claramente la esencia divina y1 todo 1o co– nocía, oamo. es en realidad. Además de las razones expuestas en la Carta antecedente, hay1 otras que mo:viiml!n a Jesucristo a ,am;ar Y' hom,ar a su Ma:- dre Inmaculada. · Vamos brevemente a ,examinar algunas y1 verás co'mo confir– man lo que intento, persuadirte. Como: queda dicho, Jesucristo todo lo conocía y1 conooe 00mo es en sí; y1 conocía . las grandes virtudes que tenían arraigo profundísimo ,en el almá de su queridisi'm!a Madre. SU FE: Jesucristo veía su fe ~iva.-María Santísima desde el primer instante de su inmaculada concepción tuvo uso de r.,al– zón y creyó todio cuanto Dios había revelado al hombre; !J' esa su vivísima fe enamoraba el Corazón de su santlsimo Hijo, que todo, lo veía con claridad. Ella creyó en la posibili diald y, verdad del dogma de Ia unión personal d'el V,erbo divino con la naturaleza humana. Creyó, sin titubear, que una Virgen, sin dejar de serlo, p.of– día ser su Ma1ctre y1 l.!estirle de nuestra came mortal; lle_varle en su seno virginal Y' amamantar con leche purísima al Dios tres veces Santo hecho hombre por amlo,r a los hijos d~ Adán p,er cador. Ya Santa Isabel proclamó esa fe d~ la Virgen cuando le dijo: Ttí eres bienaventúa,da porque creíste (San Lucas, 1, l!5). Por tener ,esa f,e gigante, dijo al Arcángel: He aquí la escla– va del Señor, hágase en Mí según fu palaóra (San Lucas, 1, 38). Por esa su fe viva no corrió al sepulcro como la Magdale– na. Creyó en lo que había ,dicho: su divino Hijo: Después de tres días Msucifaré (San Mateo .27, 63). ¡ Oh ntufer! Grande es tu fe, dijo Jesús a .la Cananea. Tu fe te ha salvado, dijo a un ciego. Mucho más complació a Jesús la fo de su purísima Madre. . SU HUMILDAD.-La humildad, diespués de la fe, es el fun'– damento de toda sa:ntidiad y. virtudes. ,Para ser digna Madre de Dios necesitaba María Santísima po,seer la ,humiidad' _en grad'o más que heroico, al cual no pudiera aproximarse criatura alguna Era necesaria esa condición para la Encarnación del Verbo divino, y sólo la humildad' más profunda era fundamento seguro para ser Madre de Dios, p:or ser Ella investida de dignidad' tan encumbrada, que no hay 1 ni puede haber otra que la iguale. ¡ Qué conoeprto tan humilde tenía de sí mis'ma ! Hacía per– fecta distinción de las gracias que había recibido de Dios y1 lo que Ella era como humana criatura. Se humillaba ante el Señor . y era muy, agradecida. La profundísima humildad de su Madre Sa:ntisima cautivó a su divino Hijo Jesús. De El aprendió Ella aquella lección subli– me: Apre.nded de Mí, que soy m'á,ns,o y humilde de corazón (San Mateo, 11, 29). ¡Oh! ¡Cuánto agrada a Jesús la humildad!

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