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que me abrasá, va a sep.a;rar mi ah1]a cle mi cuerpo. No puedo resistir más la fuerza clel amor. Ad'1ós. Me vo,gl a la gloria. Y aquel cuerpo virginal, santuario vivo clel Hij10 die Dios, Y' pre– servado de 1a infección cle la culpa quedó sin vida y1 movimien– to; pues su nobilísima alma subLó a las mansiones eternas a recibir el premio de sus trábajos, _aflicciones y1 cJlolo,r1es. Murió María Santísima, súfri2nc1o .el decreto impues'to a to– dos los hombres. ¡ Qué muerk más foliz, cfichosa Y' llena de aLegr1a! Murtó die amor. Su alma dichosís¡ma y1 ya llena cI:e g1oria con la visión bea– tífica, en breve volverá a untrs,e oon su sagrado cueripo in.co – rruptible y, Ie Hev,ar,á r,esuc¡tac1o al cielo. La Asundón die María Santísima ,en. cuerpo y1 alma al cielo es verclad de fe divina, revelada, como · lo acaba de definir el Pap 1 a Pío XII, el día 1.º de noviembr,e c1e 1950. Tocla la Iglesia católica en perfocta cre,enc1a ele esa v,erd:adi, en unión completa de todos sus Obispos y, saoerdotes anhelában ,esa declaración dogmática que tanto nos cmsuela y, satisface. No ha:y1 duela qúe la Sagrada Virg 1 en María vih los deseos ele sus hijos· y1 nos en– vió al consuelo grandioso e inenarrable d'.e que y1a está en el cielo ,en cuerpo y, alma Y' que nos esp:era. Si la honra die la madre es honra del hijo... ¿qué trono de celestial gloria tmdría preparado ,el Hijo divino P'ara tal Maclr,e, toda santa .!JI endio– sada? ¿Quién lo puede adíiVinar? Algún d:ía ~speramoss verlo, si nos salvamos. Al morir c1e amor divino la Sagrada Vir1g1en M.aría, Madír,e de Dios, .por orden die la Santísima Trinidad', se abren ele par en par las puertas del cielo. Todios los coros A:ngélioos en ordie. nada procesión diescrenclen die la gloria, se acercan é!l cuerpo 'Virginal y, exánime c1e la A'l.adire de D,ios y, le rinden sus hono- · res. ¿Qué p,ensarían? ¿Qué diirían? Luego acompañ,arían a su alma al cielo en comp,añi.a de Jesucristo, ,su divino Hijo. ¿Qué pasó en la gloria al ver todos ,el alma g:lonosa. die la R,eina cle cielos y, tierra... ? ¡ Qué parabienes! ¡ Qué saludíos y1 •enhora– buenas! .¡ Qué alegría! ¡ Qué cánticos y alabanzas! ¡ Cómo ala– barían a Dios! Luego aquella alma santísima y, ,gloriosa desciende clel cielo :!JI vuelv:e a ,entrar ,en el mismo tn 1 maculadio cuerpo die María, que poco antes había diejaclo y1 le r,esucitó, comunicándlole los cua– tro dotes de gloria: claridad,. a,gilidad,, sutileza e imp,asibilid84cl. Inmediatament.e, con toda la Corte oe1estial de A¡ng1?iL0S y1 sa([l!– tos que die Ia gloria diescenditó, se forma soiemnísima proce– sión que sube por 1os a¡res, p:r,esicliendo ,el mismo ,Jesucristo su divino Hijo, acomp:añando todos a su a:mantísima Madre, que sube ,al cielo en cuerpo y, alma, para s,er coronadla como Bm'– peratriz., Rema y1 Señora c1e cielos y tierra. La comitivia die Serafines, R!ng,e1es y, Santos ,es tan numerosa !J augusta como nunca se vió. Resplandor,es ITÍ\!OS se forman en la atmósfera para honra cle María. Allá va por los air1es son– riente, majestuosa y1 radiante de inmortal gloria. Los Apóstoles contemplan extasiaclos aquella Visión jamás soñacla. Ven que su Madre !:J' Maestra se ,eieVía al ,cielo y: la salud!an dkiendio: ¡ Adiós, Madre de Jesús! ¡ Adiós., gloria. die la creación! ¡ Adiáis,

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