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168 - lace con Dios, para que Jas diVinas .gracias Ueguen a torrerntes a inundiar nuestras almas, por grt.Lcia ¡singular ,y1 ,excepcional, cons– tituyó a su Santísima Madre nuestra Abogada omnipotente ante el Señor. El mismo Cristo antes die 'morir pm,cl:amó desdie la cruz la maternidad espiritual de la Santísima Virg,en cuando,. mirando a su Madre 1e dijo: «Mu/er, ahí tienes a tu hi¡o». Y mirando a San. Juan también le dijo «Ahí tienes a tu madre». (S. Juan, 19, 26 Y' 27). Joven amado: ¿Qué hace La Virgen María .~n el cielo? Rogar por nosotros. Con sus tiernas y1 fervorosas plegarias aplaca las foas de la divina justicia, provocadias por nuestras culpas. EiUa como Madire cariñosa, se comlpadlece die no1sotros, sus ingratos hijos. Sus ruegos detienen el brazo venga¡d[o,r ele la justicia del Señor, ,alcanzan gracias de conv,ersfó·,a al p1ecador y1 fortaleza al ,al– ma justa para que no caiga en la tentació1n y, se mantenga firme en la p•ráctica die las Virtudes cristianas. . ¿Qué sería ctrel mundo ,anegado ,en culp1as si la M~dire die Dios no nos def.end'iese?. Estamos bien persuadidos de que la Sagrada Vir,gien María, ~iel a 1a voluntad d'e su diivino, Hijo,. s,e nni,ó ,entrañablemente a sus deseos de salvar las alma¡s y1 co,n verdadiero interés lo p,rocura. Llenia ,está la histona die millones de ,ejemplos, bien probadios, de lo que ha sid'o la Santístma Virg1en y1 1 es ahora nuestra vercia– dera Madre, Protectora, Amparo, Defensora, Puerto seguro para los hijos de Adán. ¡Cuántos pecadores convertidos por su intercesión!. ¡ Cuántas almas tentadlas horrorosamente salieron triuntanti!s dlel diemonio!. ¡Cuántas virtudes alcanzadas con su ayuda!. ¡ Cuáintos santos están ,en :el cielo que ;n.o a!abarL~n a D1os si la Virg 1 en: María no les hubiera alcanzado la gracia die su conversión al Señor y1 des– pués la persev,er,ancia final!. Ein ,el día die! juicio final ver,emos todo eso y1 bastante más, y1 quedar,emos pasmad:os, al 1.1er "las almas que salvó la Madre die Dios. ¡Oh Purísima Virgen María!. Por Vos espero mi eterna sal– vaciión. No me d!eshecheis, ni abandoneis al verme tan pecador. Me arrepiento, me pesa de haber srdio tan ill'grafü y1 de haber des– .preciado la sangr,e die vuestro divino Hijo dierramada por mí. ¡ Oh dulce Madre mía!. Os amo de v,eras !. Mirad mi flaqueza y m1. seria y1 compadieceos die mí. Conozcó Y' ,co1nfie'So que ·no lo merez– co; pero V:os sois Madlr,e de piecadío,nes y, y10, uno •die ellos. Conozcan el cielo y1 1a tierra que no se puede perder quien .a Vos r•ecurr,e en dlemandia die amparo. ¡Oh Madre mía María!. Cuento con Vos y, en ,esta ,esper,anza viV'o confi!a'áo y· quiero morir. Mirad por mi. 1 ¡ 1 : Mi única y, firme esp,eranza ,es mi amaclísimo Señor Jesucris– to, y1 después die Jesús,, su Santísima Madl'e María Inmaculada. ¡Qué dicha!. E:JEMPLO.-Dice Barry1 que por los años d!e 1.610 vivía en Turia un herej,e muy bhstiniado en sus errores, que :t11i en la hora de su muerte queríá arr,e,pentirse y1 retr.adtarse die ,ellos. Cercano a su última hora, durante ocho d!Ías seguidlos, varios

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