BCCCAP00000000000000000000530

166 - R:dán, en el mom:ento. die pecar, al Señor y, Dueñio die Jpida la· creactón trató dJe arrojarie die su trono. Eso mismro hace quten peca gr:avemente. Ahora bien, amado joven: ¿quién pued!e remedliar •ese daño ,gravísimo? ¿Quién será capaz de r•eparar ,esa ofensa, ese ultraje infinito al Creador? Desdle luego, un hombre solo no ,puedle, ni todos los hombres juntos, ni los A;ng-eles, ni todas 1as crlaturas. Todo 10 más que ellas pueden ofrecer ,es só1o una cosa finita, creada y, 1 d!e poco valor. A una ofensa tnfinita no, pu-ede reparar una satisfacción finita, cual es la de la criatura, que no alcanzia a más. Aquí hace falta una reparación completa, infinita, que nin– guna criatura puede d 1 ar. ¿Quién la dlará? La inf~nita grnndeza yr majestad d!el Señor, sus infinitos atributos no puedlen nl de– ben abdicar die sí mismos. ¿ Cómo remediar ese daño morta¡l ¡¡1 de tan enormes consecuencias para ,el hombr,e? ¿Permanecerá el pobre pecador eternamente separado de Dios, sin remedio, e hijo de ira y1 die perdiciión? Dura 'cosa parece, pero, por su parte, ,en absoluto,, no tiene con qué pagar su deuda y remediar su daño. Aquí, joven querido 1, se descubre el grande y1 verdadero amor que Dios tiene al hom!br,e, la -estima en que lo tiene !JI lo que hace para remediar su d~sdlcha. Cuando todo parecía sin salida y desesperado., ,el mismo Dios inventó, el rem~dio corn una verdadera y, completa satisfacción po.r los pecados del hombre. El por sí mismo de~cubrió. la manera fácil Y' completa die remediar ,ese d!año, acortar esas distancias, y1 fué tomando sobre sí mismo _nuestra gr,an ,deuda y1 pag•arJ.a p0r nosotros. ¿Quién lo soñó? Y así fué. ¿Qué hizo Dios? Lo que nadie pod!ía pensa'r ni imaginar. Se hizo hombre sin dejar de ser Dios. ¡Oh!. ¡ Qué ap,recio tiene el Señor del hombl.'e !. ¡ Cuánto nos ama!. ¡ Cuanto desea nuesto bién y, salvactón eterna!. Obras son amor,es y no buenas razones. .Envió. a su propio Hijo al mundlo para que, sin dJejar die s,er Dios:¡ se hiciera hombr,e por la Encarnacióin,, r,evistiénid'os,e de nuetra car– ne yr tomando sobre sí el pagar la deuda, de nuestros piecados Esta verdad de fe, b1en considerada, debía poner fuego de amor divino en nuestro coraz,ó1n. ¡Qué Dios s,e hU!mil1e pnr md salvación! ¿No es como una locura de am!o,r? Joven amado: Bl Señor, pudo habernos dejado abandonados yr no lo hizo. Su ¡nmens,o amror ,al hombr,e Ie movió, a \ienir a sa~– varnos. Para eso depuso to.da la gloria de su naturaleza divina, se humilló, se anonadó tomandro la forma die ,esclavo yr s•e hizo obe– diente hasta la muerte die cruz, como dice San Pablo. (Filp,. 2, 7 y1 8); Y' en medio die un ctr¡Juvio die .persecuciones; desprecios bofetones, iazotes, ,espinas, clavos y1 cruz, entr,eg,ó 'go:l!a, a g[ota toda su sangre divina como precio die nuestro rescate, ·como paga de nuestra r,econciliación con Dios, oiendid'o por nuestras c 1 ulpa~.. ¡ Oh locura de amor divino!. Es verdaderamente sorprendente Y' admirable sobre füda pode– ración lo que hizo Diqs yi lo que hizo J,esucristo Y' hace cada día y, cada minuto para llevarnos al cie1o. ¡Cuámtas gracias nos con-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz