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- 162, Para establecer ,esta unión, Ja oración, en cierto modo, hace desapar,ecer la infinita distancia que separa al hombre de Dios. La oradón 'eleva y, levanta; ,es un vuelo del alma a Dios, una conversación íntima, una plática familiar con el mejor de los padres y, con el más fiel ,amigo. _ La oradón es la ocupación más noble del hombre; ,es el alma que habla y1 se lo dice tod¡o a :Dios; es el pecador arré– pentido y lloroso .que pidie misericordia y, perdlón, o el. cul– pable ya perdonado ,. que dla gracias al Señor !:J' promete la enmienda. Ninguna cosa hay1 tan recomendada por Dios en las. divinas Escrituras como la oración. «Perllxl y se os dJará; buscad y lla– Uaréis; namad _y ,se os abrirá». (S. Mateo, 7, 7, 8). Se apoy:a esta doctrina en dos sólidos fundlamentos o ver– dades: 1.º Nosotros, pobres y mis,erables, sin especial. ayuda de Dios, no podemos vivir mucho tiempo ,en su divina amistad, le– jos de pecadío grave. ¡Tanta es nuestra flaqueza! 2.º E!sa gracia y1 ay'Uda díel Señor, ordinariamente, no se da sino a quien la ¡pide por incesantes ,ruegos y 1 oraciones. Por esas razones, tan solidas y, patentes, ,c.l!ioen Jos teólogos que todos estamos obligados gravemeitlle a iríágf'á,r y1 pie'dfir a Dios, especialmente ,en tiempo de graves tentaciofn/e's' _y1 neg:ocios árduos o peligrosos. Estamos obligadíos a :pedir, por precepto divino g por pre– cepto natural; porque, supuesta ,en nosotros la luz de la fe que nos dice que hay, otra. v¡d 1 a ,eterna d~ cielo o die i!Ilfierno, la misma razón nos enseña y im:anda que pongamos los m!ed'ios para alcanzar la eterna dicha; !J' ,el principal de esos medlios es la oración, pidiend 1 0 ayuda al Señor. Dice San Juan Crisóstomo: «Sacad a un pez fuera dlel ,agua, !J' luego morirá»; porque el ag'ua da la vidia n_atural al pez. Si el hombr,e deja la oración, no tard!ará en morir espiritual– ment.e, cay,end'o ,en culpa grav;e. Si el p,ez tu\:iera razón y1 fé, tendría obligación grnvce de ·110 salir dfe las aguas, _que 1e con 1 • servan la vida natural. De una manera parecida, está gravemente obligiadfo el .cris– tiano a orar y1 ped'ir a Di.os su ay'Udia para no pecar Y' podler alcanzar su eterna bienavce1nturanza. Bien persuad'¡do de esta verdad el apóstol San Pablo, dice a los cristianos de Tesalónica: «S~ne idermissione orate». ( 1.a Thesal., 5, 17). «Orad sin intem~P'ciótt». Y ,el Apóstol San Pedro añade: «Se,á prurlent".!s y velad, e,n or,acio1nes» (1.ª S. Petri, 4, 7). Modelo perfecto de ámo,r ,a la oración fué la Virgen María; de modo que, si exoeptua:mios a Jesucr¡sto;, ja'm'ás hubo: criatura que tanto amase la oración Y' se ,ej,ercffase en ella como la Maclre d'e Dios. Sabemos que en el primer instant.e de su vid'a recibió la gra·– cia incomparable de ser Inmaculada, quedló llena die todas las virtudes y, tuvo el dlon dfe oración y: cont'emplación más elevadlo que todos los Ang,eles. Desde el primer. mdmento die su existencia y,a gozó dfel uso

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