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- 146 Dime; ¡ Qué suoecllería si el sol se negase a clar luz . y calor, la tierra a producir frutos', el aguía a reg!ar los. campos, el !jir,e a r,efrigerar el pulmón, los animlakis a servjr al homi– br,e... ? ¿Qué enorme confustó1n sería? Causa horror sólo el pensar lo que suoediería. Pues de una manera .p:areciclla, pero más agrandada, pasaría con la d!esobed'iencia del hombre. Las revoluciones social,es ,en los pueb1os, provincias o na– ciones, no son otra cosa que frutos ,am:argios dle la ·desobe– diencia, que tantos transto,mos causa al rnd'ividíuo, a las fa– mili,as y, a la sociecllad 1 entera, oomo Lo prueba la experiencia. ¿Qué es la obecfü:encta? Dioe Santo Tomás que· <<la obe– diencia es una virtud' moral que hace pronta la volUJnfacll para ejecutar los pr,eoeptos die su Legítimo supierio,rl». (2. 2. q. 104). Por precepto no se ,entiende aquí solamente el mandato riguroso que obliga a culpa ,·grave, sino también la voluntad del superior manif.estad'a ,ext,erioi:mente con 1 palabras, '<feclaran– do así su v,oluntad expr,esa, o por. algunas señales no tan cla– ras, pero suficientes para indicar tácitamenllJe su intención y, quer,er. . Uno y, otro son objeto de la obediencia, porque la vsoluntad del Superior ,es obj,eto p1ar,a el súbcli1Jo d'e ,esfa excetentísima virtud, de cualquier moclo, y: manera que se ·1e manifieste o declare. Jesucristo fué en toclo moaielo perfecto die obediencia. «Baié 'rtel cielo, no p'ara hacer 'mi volun6,irf, sino la voltuttddJ r.fel que me envió». (S. Juan, 6, 38) «Se h!iml11nM a sí m'ismo hacién'dose obediente hasta la muerte, y maerfl:f ele cruz». (Filip., 2, 8)'. Jesús hizo cosas muy, graneles d 1 urante los trernta años que vivió con su Madre y1 San José, · y1 ,el santo EN'.ang,é1io las (;omp•endia tod!as en ,estas br,eves palabras: «Bt erat sabditas illis». (S. Luc., 2, 51) «Y les estaba sujeto». Vino Jesucristo al mund'o por obed 1 iencia a. su E!Jel1Ilo Pa· dre, para r,em:ed'iar ,el mal que causé la desobed'iencia d'e Adán, lJ' para enseñarnos el mérito ele la obediencia a los Superiores. Todos los santos fueron siempre nrod!elos die obedliencia; ¡.¡ 1 tanto más obedientes cuanto nrás santos, a eje'mrplo de Jesucristo. No podía ser menos la 2~.aelr,e ele Dios. E!lla fué la primera !J la m·ás aventajada discípula ele su divino Hijo encamado. l\l\ira, joven, la obediencia está en proporción d'e la humiI– d:ad; y, la humildad está en _conformicfad de lo que el arm1a -conoce a Dios Y' se coniooe :a sí mis'm'a. ¿Quién es capaz de conocer lo mucho yr Me:n que· la San– tísima Virgen con:ócié a Dios, pues clesd'e ,el primier instante de su concepc1ón inmaculada y 1 a tuvo uso de razÓ'll y1 don die oradón ¡.¡• contemplación, Y' toda su vida fué como un éxt'asis continuado y1 todJa transformada en Dios? Y si es v.erdad' lo que dioe la Venerable Madre A_greda, que durante su vida. fué nevada r,ep-etidas veces al cielo en cuer– po y1 alma la Virg,en María, ,¿qué idea. y, condep:to se formaría de la gr,and:eza, inmensidad!, hermosura, p,o'der, sabid'uría y

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