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142 CARTA XLI Oranaezas y excelencias de las virtudes d!e la Santísima Virgen María. Su amor gr,e¡,n'dJe a la pureza. Carísimo 'joven: Todas las virtudes cristianas resplandeoen de una manera ,eminente2 y1 ,extraordinaria en la vidla de la Santísima Virgen .María; pero de una maniera piar'ticular y1 sin– gular se echa ,de v,er su amor a la .santa pureza. La pureza de alma y, cuetp!O ,es perla muy, preciosa !J' va– liosa, que agrada mucho a Dios[, y, es neoesaria para alcanzar la eterna salvación. San Jerónimo dice, que la santa _pureza es la que d"ebe di.rigir nuestras acciones y, miradas; y, añade San Clemente de Alejandría, «que no hay, más v,eraaderos cristianos que los que son castos». El P. San Ambrosio también dice: «El que guarda cast.iáad es un Angel, !J' el que la pierde es un ·ct:emonio». Y añadle Orígenes: «Ante todo., el que quiera salvarse debe ser puro». Dioe San Pablo: «Si viviés,eis segúrn la cam'e, moriréis». (Rom., 8, 13). El hombre, semejante al Angd ,en cuant~ al es.piritu .!J! al bruto irracional en cuanto al cuerpo, se ve p1recisado a soste– ner toda su vidia una lucha formid!abie y continuada, !J' con frecuencia le pone eri. p1e1igro de pecar, de perdJer a Dios y, con– denarse; porque la carne coéicia co,'Zfra el esp 1 íritu, Y' el espíritu contra la came, como dice San Pablo. (Gálat.,, 5, 17) Dios no nos ha llamado p,ara ta énm'u,.rulicla, sicno piara ta :ja,ntidaá, dice el mismo Apóstol. (1.ª Tesa!. 4., 7). Los bienes de la pureza son incalculables. Dice San CirUo: «El fruto de la pureza -está Heno de dulzura; su hermosura es incomparable, sus perfumes suavísimos y1 su valor sin pre– cio. Bs !a perla más preciosa de la naturaleza y, de la virtud; es la suprema templanza !J' la victoria perfecta; en ella está toda la gloria. .Es una rosa que ,esparce el más agradable ele los olor,es. ¡ Oh angélica virtud die. la pur,eza ! Eres reina del hombre». Por el contrario, los males que acarr,ea la impureza son sin número ni medida. La deshonestidad e'mbrutece la vista con miradas torpes; embrutece la lengua con palabras picantes; embruteoe el oído escuchando indecencias; embrutede la ima:. ginación, la memoria !J' el ,entendrmi,ento con recuerdos !J' pen- samientos torpes. · Eise f.eí ~imo pecado embrutece la voluntad', corroe toda la persona, .mata la tranquilidad,, la plaz !l' la alegría ele la bue– na conciencia, llenándola de culpas.,, remordimientos !J! pesaresr. «¿Qién le resistió (a Dios) que quedase en paz?» (Job, 9, 1!) Ese vicio tan repugnante y1 g'rosero es semillero !J' orig~n- d() todos los vicios, dice San Ambrosio.

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