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14ó existencia y continuará en toda la eternidad, sin que haya potencia que se lo impida. Persuadida la Virgen Purísima de ,esa ve.11dad, decía; Yo soy, toda de mi Dios. A El me pertene·zco en .absoluto. "Todo cuanto poseo ,es don _que del Señor recibí. Eil me d'ió el alma con sus potencias !JI el cuerpo con sus sentidos. El dominio de Dios sobre mí se extiende a todos los instantes de mi vida, a todos mis pensamientos, d'es,eos;, palabras !JI obras. El Señor tiene compieto dominio sobr,e el árbol y, todos sus frutos, na– turales y sobr-enaturales. Las millonad:as efe _grac1as sobrenatu· rales y- divinas que con fan"ia ab11ndlancia 'Eil me concedió suy,as son. Yo SO!J' pobre de solemnidad, que nadla tengo, ni nada valgo, ni nada pued'o,, ni aún el vivir. Todo es die mi Dios; yr lo poco que 910 haga p10:i; su amor, lo hag10 con la aguda d 1 e su divina gracia que nunca me falta y, s~n ella no puedo empe:– zar, rii continuar, ni concluir cosa alguna, grancíe ñl pequeña,. Estas consfderaqones tan sencillas y. tan verdaderas hacían que la Sa_grada Virgen supiera disting!uir lo que es de Dios !J' lo que era suy,o. Plenamente reconocía los derechos absolutos del Señor y su estrictá obligaci,ón a somelterse a El (!n .todo y por todo. De esa humildad de -entendlimiento r-esul'taba que su volun– tad ~e humillaba profundamenbe hasta amar y gloriarse en ]as humillaciones u despr,ecios. E,so es andar en verdad !J' justicia, dlando a cada uno )o que le pertenece. Por eso fué profundísima la humildad de la Madre de Dios. Esa su profundísima humildad la movió. a dlarse !:J' consa– grarse toda a Dios desdle su entrada en el templo de Jerusa– lén a los tres años. Esa humildad' de corazón la impulsaba a ser amiga die ay 1 udar y servir a las demás d'onoellas que con Ella vivían en la casa de Dios. La práctioa de la humildad le apresuró el p.aso, cuando 'filé a visitar a Santa Isabel, con el may1or deseo 'de servirla. Esa excelsa virtud selló- sus labios p:ara no descubrir a su castísimo esposo José el gran misterio de la Encarnación del del Hijo de Dios -en su seno purísimo y1 virginal. La humildad cerró su boca para a nadie d'escu'brir, durante su larga vida, que Blla .era la Mad'r,e die Dios. ¿Qué fué toda la vida de la Virg•en María sino un cons– tante ,ej-erciCio de humildad? Mirad'la ,en Nazaret; recogida, si– lenciosa, ,activa, llena de bon'dact y, caríd:ad para oon propios y; extraños; tenida por esposa die un ,pobre y, humilde carpin– tero la Madr,e die Dios, la más santa que todos los Angeles !JI Santos; la mamvilla extr-ema de la divina gracia; !a Virgen Inmaculada y, sin ma1ncil1a, ocul~8[,. sin que nadie hable die Bl!a, ni se preocup:e de alabar !J' ,encomiar sus virtudes !J' privile/– gios. Todo en torno suyo v:asa desapercibidb..., corno si la Madre de Dios., la Reina die cklo.s y tierra aún no estuviera en este mundo. ¡Oh, llnge1es die! cielo! ;Qué hacéis? ¿Cómo guardais tanto silencio? ¿Cómo no publicüis a tod(o -el mundo que aquella
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