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136 sima, nuestra dulce Madr,e. Y la razón ,eSI, porque su amor a Dios es grandJi:oso e inexplicabLe !J sin límites. 2.º Más tarcle, aún niña, cuando estaba en el templo de Jerusalén., leía mucho y, con tanto L,terés las Sagradas Escri– turas, !:J! en ,ellas veía lo que dicen los Protetas del .Mesías pro– metido y1 por todos dJeseadio y esperadlo. Esas divinas lecturas inflamaban su corazón en dieseos de que, cuanto antes, acelerase su v,enicla · el diivimo Redentor,· y, Hena de f,ervor y santo ,entusiasmo dlecia a Dios: ¡ Altísimo Se-– ñor ! enviad cuanto antes a vuestro dMno Hijo. ¡Oh amor mío! escuchad la voz die nuestr,os dleseos que, en extrema necesidad, claman a Vos. ¡Oh eterno Dios de las grandezas! acelerad vues– tra venida a salvarnos, como lo habéis prometido. Ved que el mundo va de mal en p¿or: ¡Oh amado Padre mío! Si y10 tu– viera la dicha de ver al divino Mesías ,en el regazo die su l~adr,e Virgen, gustosa le adoraría y, me ofrecería de esclava. En todo ,est~ y1 en más que no me ,es posible e:x:plicar, dispúsola el Señor, para que fuese medianera eficaz d'e su pronta venida, y1 a la vez, para que se preparase a s·er Madre digna del Verbo humano. Ardía en el purísimo cornzón die María Santísima el fuego divino, que el mismo Dj.os había ,encend'idlo ,en el,, y1 ·así robus– tecida su alma con la :;iyudia especial d!el Señor, pedfa sin cesar el remedio. de todo el linaje hum\an¡o !J! lo alcanzó. En estos admirables y ocultos misterios estaba María absorta !J' transformada en la divinidad. Su profundísima humildad venció al Omnipotente que le oonced'icó cuanto pedía. ¡Oh! cuánto oró, cuánto pidió por la venida pronta del Mesías. Los muchos y1 enormes pecadlos d:el mundo ,ponían impe– 'dimento a la llegada del R,ecle1nto(,' y María- Santísima quitó esas dificultades .!J' allanó el camino a su pronta v,enida. Nadie puede comprender ·ni explicar el oelo die la Virgen María por la gloria de. Diols y, la salvación de las almas. Así se dispuso Eilla mejor para que Dios la escogiese para Madre sµya. ¡ Oh, cuán poderosa es la caridadi! ¡ Cuánto pue– de ante Dios! Amigo mío; ¿no ves aquí ,el celo apostólico d'e la. Santísima Virgen por la salvación de las almas y, del mundo entero? Esto hizo la Virgen María cuando aún no era NI.adre de Dios. ¿Qué no haría después efe la E,ncarnacLón c:lel Verb·o divino en su seno virginal? Véamoslo en su p·rincipio o raiz. Obró de esa manera !Ji no podía menos die s,er así, porque amó muchí'– simo a Dicos; !J' porque Los dos deberes que todos tenemos de ,am3Jr a Dios y, de amar al próji'mo caen bajo el mismo precepto divino. Además, cuanto más crece el arnor de Dios más se aumenta el amor al prójimo, y, más :nos .'mlueve a quererle y a procurar su bien espiritual !:l' temporal. ¿Quién amió tanto a Dios como María Santísima? ¿Quién deseó !J' celó tanto su gloria y la salvación ele las almas? ¡Oh María! ¡ Oh Madre mía! Alcanzadime . del. Señor esa. perfecta caridad. La c:leseo. 3.º Es verdad de f,e que nuestra redención fué hecha por nuestro Señor Jesucristo, y qu,e 5¡olo Bl p'lldo llevarla a cabo, y
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