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saie un himno tembloroso que en incendio se convierte· -«Loado seas, mí Señor, por el viento y por la nieve que purifican el aíre y convidan a quererte)). Y el Serafín ascendía la blanquísima pendiente; y se oía desde lejos su voz cada vez más débil. Los frailes, desde sus celdas, temblando sólo de verle, le miraban alejarse, correr, subir y perderse. Parecía que unos brazos sutiles, blancos y fuertes, se llevaban a Francisco como a un niño que se duerme. Pero Francisco volvió como una ilusión que vueke: más ideal y más ágil, más joven y más ardiente. Traía el rostro tan bello como un ramo de clavele3. La sangre roja saltaba del corazón a las sienes ... Y en el sayal le brillaban cien estrellitas de nieve ... 91

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