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Y era~ la voz que pide, la cadena que aprisiona fortísima; y el trino que canta primaveras; y la sangre que corre con las lágrimas y el grito. Con tus manos llagadas me abriste el horizonte como un libro, y me ataste a tu voz al llamarme : ¡ Francisco ! Fuiste, mi Dios, mi único maestro y yo fui tu discípulo. En aquella palabra se quedaron mecidas por los vientos del olvido, todas mis vestiduras, los andrajos del falso rey con alma de mendigo. Y fui rey otra vez, mas verdadero; fui príncipe desnudo de atavíos, con nuevo cetro y sangre renovada. i Y el sol no se ocultaba en mis dominios! Desde aquel día de tu voz sonora. Sefior, estoy contigo. Tú llenaste mis arcas con tus perlas; vo volqué en tu jardín todos mis lirios. Todo lo mío es tuyo; todo lo tuyo es mío ... Es verdad ese trueque; no es un sueüo de mi ilusión hambrienta; no es delirio. Mi alma está palpando tu presencia; rodeado de Ti, yo te respiro. Y ahora la delicia que buscaba me satura el sentido. Llevo el goce de ti como una savia y el corazón me dice que está vivo. 87

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