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y los mares... En un escenario tal, cualquier santo te– nía que ser, al mismo tiem:po, poeta, altísimo poeta Pero no sirnplifiquemos. No se trata tan sólo de un sentimiento vago y vibrante ante todos los seres. Entre los pliegues de los versos franciscanos está latiendo una verdadera teología, porque un tratado de teolo– gía se puede escribir de distintas maneras. El Cántico del Hernwno Sol puede hablar de Dios con más íntima sabiduría que muchos libros teóricos. Con la mirada en el suelo, para no pisar el insecto o la flor, invitando a la hermana alondra a entonar salmos, preparando una cena caliente a los bandidos zaheridos por un fraile adusto ... Francisco daba clases de teología mejor, tal vez, que Abelardo o cualquier otro maestro de renombre. * * * Dios es Sumo Bien. Y como el Bien es difusivo («ex– plosivo», d1iríam,os hoy), al «estallar» fue creando, como una reacción en cadena, todas las criaturas dei universo. Y al crearlas, lo hizo según un modelo, Cris– to, y por medio de El. Todas las cosas del universo son y tienen un reflejo de Cristo. Cristo es el centro y la razón de ser de la Creación. Todos los seres están bendecidos y santificados jun– tamente con el hombre... Nada hay malo en la Crea– ción, porque todas las cosas llevan en su frente una estrella, la luz del rostro de Dios. Solamente el Egoís– mo podría adulterar la armonía del mundo. Pero como Francisco sometió el Egoísmo al domri,nio de Dios, pudo pasar en medio de todas las criaturas como un verda– dero dueño y señor sin que nadie le presentara hos– tilidad ni lo apartara de sil Creador. 8
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