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que va llamando a las puertas con sus dedos de diamante. Es aire que canta y reza en plegarias suplicantes. Gracioso en los remolinos, terrible en los huracanes, boca que besa en la brisa, mano qu(,l, llama en los árboles. Fuerza, caricia o castigo, invitación o desaire: todo el lenguaje del cielo en sus ráfagas vibrantes. Francisco, en la dulce Umbría, es muy fácil encontrarte, porque en el aire ha quedado como flotando tu imagen. El aire de Asís está tal como tú le dejaste. No te has podido marchar y nunca podrás marcharte ... Yo te he visto en las callejas; te encontré, y me saludaste. En mi corazón de hijo sonaba la voz del padre. El aire que recibió tus cánticos y tus ayes ha quedado estremecido de lo que tú le contaste.

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