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LA PERFECTA ALEGRIA Era el capítulo breve de la perfecta alegría ... Dos frailecitos perdidos en la noche de ventisca: fray León, que tiritaba, y fray Francisco, que ardía. Entre Perusa y Asís un blanco huracán venía. Las sendas se iban borrando. la nieve tenía prisa. (Mala sazón era aquella para hacer filosofía.) La clara voz de Francisco, entre reproche y caricia, vibró en el viento cortante como un puñado de chispas: -«Aunque mis hijos hiciesen milagros y maravillas, anótalo, fray León : no es la perfecta alegría. 42

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