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Hambre de perfil agudo y fiebre de apresurados, los torrentes de esqueletos van trazando meridianos. Fe de los siglos, dormida en cálices de alabastro; hervores de las colmenas y rumoreo de salmos. - ¡ Dios lo quiere, Dios lo quiere! Y el que no tenga rosario, que rece por el camino en hileras de guijarros. Abrid, palmeras, abrid vuestra abanico de dardos. Las mañanas están verdes y las tardes madurando. Los misterios se entreabren como capullos rosados; y en el valle se amontonan los despojos del cansancio. Ya los poetas estrujan sus ramilletes de nardos; serafines en las nubes y en la tierra perdularios. Raqueles y Beatrices con Alonsos y Reinaldos truecan en gritos los besos y en mandobles los abrazos. Dejad las péñolas secas: quede en el surco el arado ... 14