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Y las hermanas violetas, desde el suelo, quieren decirle un perfume y velar su último sueño. La voz de Francisco, apenas es poco más que un silencio: -«Tú, Señor, guías mi rumbo: Tú conoces mis senderos ; Tú sabes todos los lazos que el enemigo me ha puesto. Abandonado de todos, solitario en el desierto, en tu amor me refugié como en mi único puerto». Los lobos se van callando; los nidos están durmiendo. Y las flores se recogen en sus pétalos, mientras se apaga la voz sin destellos: -«Saca irni alma, Señor, de esta cárcel de mi cuerpo. Líbrame de esta prisión y seré tu prisionero. Una corona de príncipes me acompañará en tu reino cuando mis himnos de gloria sean gratitud y premio ... » Las sílabas temblorosas sellaron los labios yertos; 136
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