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El asno y el buey pusieron emoción en sus papeles con rebuznos musicales y 1 mugidos sonrientes. Y Francisco, al evangelio, entonó con voz potente versículos de San Lucas que temblaban impacientes. Luego ... el sermón de una frase repetida muchas veces : «Niño de Belén... Amor ... » con voz cada vez más fuerte. Y aquel nombre de Belén se quedaba entre sus dientes como un balido de oveja que se desmaya y no muere. Y se lamía los labios del placer de aquellas mieles ... Las arrugas del asombro cruzaron todas las frentes cuando vieron a Francisco de hinojos ante el pesebre, abrazado a una visión y envuelto en rayos celestes. * * * Por mucho tiempo tuvieron que contar aquellas gentes: la misa de medianoche, las luces y los motetes, el sermón y el evangelio, 103

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