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juriosos. Ignoraban el culto interno. la limpiec,:a dd alnu como homenaje grato a la divinidad. La piedad nace con Cristo que crea el culto «en espíritu y Yerdad». La mujer posee innata Jaciliclad ,! inclinación a la pie– dad, pero no será meritoriamente piadosa por su instinto, sino por los actos conscientes de su voluntad. La naturalez,:i ayuda o dificulta Pl hiPI1, pPro no hace bnPnos a los hornbrPs. La inclinación natural femeni11a a la piedad la Pxpon,', cuando no hay ejercicio de la voluntad, a que sP manifie<;te sensibilPra, superficial y sin espíritu. a Yeces hasta ridícula. La juventud fpmenina en la actnaliclad siPnte ciPrta ;;ver– sión y miedo al pecado. tiene fe; cuando cae siente remor– dimiento de conciencia. Esto es consolador y ejPmplar, ¡wrn van siendo ya demasiadas las jóvenes que aman intensanwn • te muchas cosas íntimamente rPlacionadas con el pecado. Es– to es muy grave y peligroso. La juventud ferrIPnina quiPn' ser buena, quiere salvarse, pero no quiere muchas veces h:1- cer lo que asegura la salvación y ddiende del pecado. Prnrba de que su amor es d(;bil, su fe claudicante y su piPdad ~os– pechosa. La juventud femenina estima la Eucaristía y la desea, pero la Eucaristía no santifica al modo de una máquina. No hay santidad sin voluntad y esfuerzo humano. Una jovpn que comulga diariamente pero no hace nada personalmente para extirpar vicios e implantar virtudes, no dará un pa,o en el camino de la perfección. Con la confesión la juventud tiene curiosas y muy frí– volas actitudes. En verano deja de confesarse porque su ms-

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