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nardo que el escándalo era pecado más grave, en oerto mo– do, que el mismo deicidio de los judíos. Argumentaba así el santo: Si Jesucristo porque no se perdiesen las almas ofre– ció voluntario y gustoso su vida, es claro que estimaba m,ís la salvación de los hombres que su vida temporal, puesto que la dió porque no se perdiesen; luego si por el escándalo se pierden de nu0vo las almas se infiere a Cristo mayor sen– timiento y p0na que si le quitasPn a El la vida, pu0sto qur' la dió por salvarlas. Por su pavorosa Gravecl«d Jesucristo N. Seüor, habló du– rísirnamente contra el p:'cado dPl escándalo; tal vez sean las palabras mús duras que pronunciaron sus divinos labios: «Ay del mundo por sus pscúndalos. Siempre habrú escún– da1os en d mundo pero ¡ay! de aquel por quien venga el es– cúrnlalo; le sería mejor qw•. atúnclose al cnello una rueda de molino, se tirase al mar». Escandalizar PS acción propia e insistente del dr,monio en su eterna lucha contra d bien; quien escandaliza pstú con el diahlo. Para escandalizar nadie como la mujer por sus cualida– des y condiciones sugestivas; por su fuerza de tentación, su sola presencia s<:> conviPrte para muchos <:>n esdmda]o. Lo ex– perimentan a diario los hombres y lo explota amhiciosamen– tP el demonio que ronda a la mujer sin descanso. Yo he pen– ~ado si no .';crú {,] quién a vecPs da brillo a la belleza fom<:>– mna y no par hacerla mús bonita sino para aumentar sn tentación. A.unquc la muJer tiene características hpeciales para oca, 1011,n- no todm; los Pscúndalos provienen de la mujer; tarnbié 1 1 p] hombre escandaliza: una insinuación a 84

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