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OCASIO Y PELIGRO El cristiano es sal de la tierra que cons0rva Pl bien y lo aumenta con una acción semejante a la del fermento en la masa de harina. Toda acción destructora del bien o Yehículo de pecado es esencialmente anticristiana. Por ser el cristia– no poseedor y sembrador del bien, su deber es conser– Yarlo y defenderlo, en sí y en los dPméÍs. No es lícito ponerse en peligro u ocasión de pecado, por ser manifestación claB de no e, timar qificP111PmentP d bien. QuiPn busca el pe– ligro, busca el pecado que el peligro rnciNrn y como no 2s lícito buscar el pecado tampoco lo es buscar sn peligro, d peligro ciPrto. El pecado e.s mal absoluto y total, nunca puede ser ohjr– tivo ni aspiración razonable (•n la üda del hombre. El bien, Pn cambio, es la atmósfera propia (lp] hombre dentro de 1a cual ha rk de,ennilYer su vitalidad. Estos principios regulan y estahkcrn la•; H()rmas morales clP conducta acerca de 1os peligros y ocasimws de pecar. Las causas internas de los peligros y su graYeclad son por una parte la gran debilidad nativa del hombre para seguir el hiPn y por otra, Pl estado de pecado o dP inclinación na– tural al mismo proYeniente del pecado original. La natura– leza contra la voluntad quiere y busca el mal y con Yiolen– cia a Yeces fortísima la presiona para que lo ac<>pte. Para evitar la caída de la voluntad en el mal es por lo que la mo– ral prohibe al hombre ponerse en peligro o tentación. 74

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