BCCCAP00000000000000000000528
la gracia de un chiste indecente, ele suyo no es pecado, aun– que sí sosp~choso y peligroso; en la práctica casi siempre lleva pecado, más o menos. En estos casos se hace dificultoso distinguir cuándo el gozo es sobre el modo y efectos seguido; o cuándo de la cosa en sí, por lo cual es prrnlente rechazar y oponerse a esa manifestación o con1placencia que ademÚ> en la práctica casi swmpre es e~candalosa. La delectación interna está en la complacencia o de la voluntad ante un objeto rwcamino.,o élprehendido JH)1· la mente o la inwginación. Tiene aplicación e,pecialísirna en las cosas dPshonestas, aunque lo mismo puede tener lug ir tratándose de otros pecados. No se ptwcle gozar internanwu– te lo que no se puede gozar exlfTnarnenlP. l,,11 pecado e, lo uno como lo otro. No es lo niismo deh~ctación morosa, detenida, intPn1,1, que simple pensamiento deshonesto. El pensamiento Pl principio de la delectación, es la tentación, mientras la YP– luntad no lo acepte para gozarlo, no pasa ele peligro. Plwd. 0 la voluntad aceptar un pemamienlo deshonesto sin que pecado, siempre (]_UP esa detención o contPmplación del nnl no sea por efecto o delectación de su maldad sino por algún motivo justificado. Un rn(dico. un Pstucliante ele teologh tendrún n1uchas vecc,s que pensar en cosas inmorales, lo que no podrán hacer sin pecado es complacerse en esos pensamien– tos, gozarlos. Ya hemos dicho que el pecado está en la vo– luntad que arna, busca o goza el mal. La norma prúctica pa– ra discernir lo pecaminoso clel pensamiPnto impmo podría ser ésta: Es pecado mirar con la mente lo que es pendo n11- rar con los ojos; tocar o hacer con la mente lo qne es tocar o hacer con obras.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz