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Los sacerdotes saben mucho ele lágrimas ele mujer, de mu– jerns L¡ne nunca pensaron que habían de llorar. Pero las 1!1- grimas no vienen de repente, aunque las jóvenes 110 las ven smo cuando son irremediables. Escucha al Dr. Enciso: «De niis muchas intervenciones en desavenPncias conyugales, el noventa y nueve por ciento de los disgnslos farniliare,;, aun de aquellos en los cuales el hombre ha cometido una grave falta, 1n culpable es la mujer. Y cuando llega el momento de intentar un la que más dificultades ofrE!CC\ por lo común, es la Esto :Ün duela por rn:11 f'clucada, por mucho amor propio y poco espíritu ele sacrificio. La joven ele nial carácter, de exce 0 ivo amor propio. aco,– tumbrada a salir con la suya, respom1cna. veleidosa y frívo– la, milagro serú que tenga un matrim011io frliz. Para tener– lo, curar a tiempo sus defectos. La siembra actual de lus ca– prichos y libertades la cosedwrfi,; en lúgrimas rnufiana, joYeJL si no los dominas ahora. La abnegación no se apren– de en un día. Si piensas, corno muchas, que la juventud e·, para divertirse y gozar, no dudes que maüana has de llorar. ViYc pnp,; hoy de lo que maüana te hará feliz, aunque te cueste. Defectos y pecados de unos aüos de juventud los pue– des pagar más tarde durante cuarenta. I\I:mtenerse .sonriente cuando una nube r!'.' penas descar– ga su lluvia molesta, sentirse animosa cuando ca.si todo mar– cha rnaL dar aliento en las horas malas, mostrarse siempre ignaL annonio.';a fina. no se puede con sólo quererlo, es prc>ciso estar preparada, formada mediante un trabajo labo– rioso e insistent0. Las virtudes ni en el hombn, ni en b mu– jer se improvisan ni nacen por generaoon espontánea. L:1 felicidad se conquista, no se regala. 67
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