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La autoeducación de la jove11 ha ele tenf'r tres objetivos inmediatos: crear principios seguros de acción, fortalece,· la voluntad para el seguimiento del biPn y someter los se11i1- dos y pasionp, a los dictúmenes de la razón. Cuando e,to ha– ya alcanzado estarú bü,n educada. Un principio búsico de conducta que ha ele manlPrwr fijo en su mPnte la juventud femenina será la trascendencia y gravedad dPl pecado mortal. El mal dPl pecado no SP r·nm– pensa con ningún bien terreno. Jamús un hombre podrú ra– zonablemente pensar: el pecado me ha resultado útil. me fué mejor pecando que si hubiera sPguido la virtud. El hom– hrP no ve muchos de sus propios males. J\IomPntúnea y apa– renterrwnte es posible que la joven Pncuentre interés y pro– vecho en el pecado, ahí estú el Pngaf10 dd pecado, esa ps la tentación. El pecado sinnpre es mal, supremo mal, pecan– do siempre se piPnle. Ciertamente que la lJPlleza y la r1icha en este mundo no la poseen en exclusiva lP bien y la V(,rrlml, pero aún en este munclo la tic>nen Pll mayor proporción qu2 el mal, aunque no siemprP se perciba ni se ~ienta ~u bon– dad. Tenga esto muy presenlr- la j<wen para los monwntus de tentación en que el mal SP le ofrezca como ,upremo hic"1. Otro principio fundamental de la vida de la j uventml ha de ser el convencimiento ele que la felicidall huma112. su propia folicidad, no está en la calle ni en la casa vecina, sino dentro de ella misma; el casn es encontrarla. Si la joven tie– ne la convicción firme de que su dicha está en algo concn,to fuera de ella, serú infeliz mientras 110 lo alcance y parn po– seerlo estarú expuesta a hacer verdaderas locuras. Qut' la joven aprenda a bastarse a sí misrna, convencida de cnw casi todo lo que busca y amhiciona fuenL lo puede hallar dentro

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