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Dio., son cosas quP Pxigcn mucha rPflexión, mucho domi– nio personal y mucha virtud y estas cosas no se consiguen en un día ni cantando. La madre y la esposa no se impro– visan. Dios ha querido que el hombre tPnga la responsabilidad de su propio destino y suerte temporal y elerna. Es la joven la que en último término harú su felicidad o su desgracia, aquí y en el mundo. Al fin se va por sus medios, aunque se dice que todos los caminos llevan a Roma, al bien no se va por todas partes. Como dijo el Apóstol San Pablo: «Lo que siembre el hombre Pso recoged1h. Nos qm~jamos de los su– cesos y del prójimo, pero la causa de las cosas que nos hie– ren está mús dPntro de nosotros mismo que fuera. Las crea– turas nos sirven en el plan en que nosotros las utilicemos. Un mismo suceso para una persona PS alegría y para otra es dolor; en él uno gana el cielo y el otro por él SP va al in– fierno. Dar carúcter trascendental al tiPn1po acosturnhrúnduse a considerar en él la medida de nuestra etPrnidad, es la claYe del buPn Yivir. La joYen tiene para esto un especial peligro por su natural fávolidad Y por su inconstancia que no le permite permanecer largP tiempo en unos mismos sen– timiPntos e ideas, y por la insi,;tpntP tentación maligna del mundo que aprovecha su condición d6bil para sus .fines in-· coníesionables. La joYPn que tmlio arna al mmHlo. no aca– ba de convencersP de que es su mayor y más pern'rso ene– migo. Ia prec1rn rn u:,l1m1brar,.;e a pensar algo a s0r un i:oco nHÍ'i reflexiva~ a valorar 1nenos los goces de la vida; ser mús concr,cu,'nte con sus principios religiosos. Parece f;J
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