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Pll media hora de meditación. la obtiene la muier contem– plando un Crucifijo o una Dolorosa. En el hombre la vo– luntad sigue al entendimiento, en la muj0r el entendimiento es esclavo de la voluntad y ésta de las emociones. La mujer en el obrar está más cerca del irracional que el homhre. La conver~ión de una mujer pervertida, equivocada, no s,~ ope-– rará con razones. siempre serú mús eficaz llevarla a adorar una 1magen irnpresionantP o a prpsenciar un acto religioso emotivo. Yo estimo a la rnuJei· por buena y por débil. El varón que 110 tiene consideración para la mujer, lleva indignamen– te su nombre. Grandes stisfacciorws y eleva<los sentimien– tos han nacido en mi del conocimiento del alma de la mujr'r. Cierto que no toda mujer ocasiona en su trato con el hom– bre estos sentimiP11tos. Es suerte Pnvidiahle --aunqur no para todos los hombres-- no haber visto nunca en ojos de mujer miradas de pasión; sin rmbargo, es la condición prr– cisa para poder adorarla. Yo ciPrtamente cuanlo mús vo)· conociendo al hombre, admiro más a la mujer; hay víboras, lo sé, pPro. también que a la mujer la pervierte siempre el hombre. Yo intento flefendrr a la mujer porque conozco al hom– bre y porque estoy viendo con pena que la misma mujer va dejando gustosamente de querer ser buena. DicPn algunas que el serlo ya no reporta intPrés, ¿qué entenderún las que así hablan por interés femenino? En el mundo hay muchos hombres interesados Pn que la muJer sea rnín, muchos los que trabajan sagazmente para hcerla mala. Llegar a conocerlos sería para la mujer su me– jor defensa. pero ellos saben engañarla disfrazándose de ad- 53

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