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Se han preg1mtado muchas veces los estudiosos si la mu– jer vale más o menos que el hombre. Yo, sinceramente. creu que valen lo mismo. Cada uno refleja a Dios de modo divPr– so, no superior. El hombre refleja mús al ser de Dios; la mujer al espíritu de Dios. Lo que sí está claro es que el hombre tiene menos atrac– tivos hacia el bien que la mujer. Tal vez porque Dios con– cedió al hombre mayor potencia intelectiva, mús luz para conocer y estimar el biPn y por tanto mayor fuerza para se– guirlo. La muJer, con la inclinación del hombre hacia el bien, sería peor que el hombre. Dios suplió en la mujer d vigor de la razón para el seguimiento dd bien, con la ftwrza del instinto. La mujer es b1wna naturalmente, el hombre por convicción y por esfuerzo. Por esto. normalmente, la bondad del hombre es de rnús quilates y más segura que la de la mujer; pero n1enos frecuente, preci~arnente porque le es rnús difícil y menos natural. Sin embargo, hoy los hombre"; van perdiendo fe en la vir– tud natural de la mujer, porque ven a muchas que no la tienen. Hoy no son raras las mujeres que tienen pervertido, tal vez perdido, el insti11to de bien con q11e las dotó Dios. En esto son mús responsables que el hombre en ser malas. 50

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