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piensa así. El hombre tiene por impura a la mujer sin pnclor y realmente, el impudor es casi siPmpre la impureza de la mujPr, Tan impuro puede ser hacer sentir corno consentir. La mujer que, siendo pura, con su impudor hace sentir impu– ramente, C'S impura. Que lo recuerde la juventud femenina y lo tenga en cuenta en su vida pública. AprPI1da la joven a guardar y defender a toda costa su honor. puesto quP el honor vale más que la vida. Por la de– fensa del honor, hasta del solo honor corporal, es lícito mo– rir y hasta en ciPrtas circunstancias matar. Sin embargo de Psto, van siPndo muchas las jóvPnes que sienten mús una mancha en el vestido de Pstreno, tal vez hasta la caída al suelo de un pastel que estcín gustando, que la pérdida dP su honor; tan poco lo estiman. La Inmaculada estú perdiendo ejemplaridad en las men– tes juveniles, en tanto que las «estrellas» opacas dP la pan– talla brillan como soles en su imaginación. La idea de la propia del honor pPrsonal, va per- diernlo fuerza sobre los actos de los hombres. En Espafw se signe rrn,alzarnlo a D. Quijote como prototipo del caballero, pPro son ya muchos los caballeros que prPfieren a Sancho, conYenciclos de que D. Quijote estaba realmPnte loco y de que el Yivo y --verdadrranwnte listo era su escudero que lle– -vaba la alforja y dormía a pierna suPlta, mientras su amo rn ,.~igilia dura velaba el sueüo de una dama ima;~inaria. l\falos tiempos corrpn para la vivencia y exaltación del es– píritu. La técnica, el confort, el coche y el abrigo ele pieles prsentan realidades tan sugestivas y perceptibles que parece ya tonto el quP vive del espíritu o sueüa en paraísos del fu– turo. 4G
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