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centros de convivencia social es manifestación indudable ele ser del mundo, de que no se sigue el Evangelio. «Si del mun– do fuéseis el mundo os amaría»; os ama, luego sois del mundo. El cristiano auténtico estú en huelga permanente contra el murnlo: ni trabaja con el mundo ni obedece al mundo. El cristiano ademús de no ser del mundo, es enemigo del mundo, lo combate, vive para destruirlo. El mundo es fuerza ---de mal- y el cristianismo es también fuerza ---de bien--. Son dos polos opuestos que se repelen y se destn1yen mutua– mente, como la luz y las tinieblas: donde hay mundo no hay cristianismo y donde hay cristianismo no hay mundo. La Iglesia estú puesta en la ti¡~rra por Jesucristo como fuerza antimundo, como fermento en la masa de harina. El cristiano que no transfonna, que no inmuta a lo que se po– ne en su contacto, es fermento que ha perdido su fuerza. Al cristiano no le basta ser, precisa actuar. «El que no Pstú con– migo estú contra lvlí». El Cristianismo es caridad, esto es, don ele bien, siempre y en todas partes. El cristiano indiferente ante el mal, es un contrasentido. El Cristianismo está en el mundo como ele– mento santificador del mundo. Salvar el mundo es la misión de la Iglesia y la Iglesia somos todos los cristianos. El mundo es el pecado, que es el mal, el único mal en sentido cristiano. El Cristianismo está en el mundo para combatir el pecado del mundo, para acabar con él. Cuando esto haya conseguido, dejará el mundo de existir para con- 38

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