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Dios, las amonestaciones y urgencias sacerdotales se hacen insoportables y al fin vendrá el pecado y con él Satanás a tomar posesión de su alma y entonces la dureza de corazón, la despreocupación por los intereses del espíritu y el miste– rio horrendo de la predestinación del alma. El mundo es, sin duda, el mayor peligro externo del hom– bre cristiano, más quizá de la juventud femenina, porque el mundo sobre ser negación del cristianismo, es sugestión, fuerza y falsía. El mundo es la religión cristiana al revés, es la religión que el demonio ha inventado para traicionar a Cristo. El demonio, como dijo graciosamente San Agustín, es la mona de Dios; lo imita, pero al revés. Leed el Evangelio, escuchad a Jesús, leed al revés y eso es lo que dice el mundo, ese es su evangelio. Dijo Cristo: «Bienaventurados los pobres y los que sufren». El mundo grita: «Bienaventurados los que gozan, los ricos y los qm~ nunca sufren». Cristo dijo: «El Reino de los Cielos padece violencia y los que a sí mismos se la hacen son los que lo arrebatan». El mundo, en cambio, predica y practica la co– modidad como aspiración humana, la condescendencia con las reclamaciones de la naturaleza. Sobre la tumba de la jo– ven seguidora del mundo se podría escribir: «Rió, bailó y triunfó». Sobre los auténticos seguidores de Cristo: «Sufrió, luchó y triunfó». ¿Qué extraiio que Nuestro Divino Maestro nos pusiese en guardia contra el mundo y lo llamase enemi– go y reino de Satanás? «Hijitos, decía San Juan, no améis el mundo, ni nada de lo que el mundo tiene, porque el mundo es: deseos de la carne, codicia de los ojos, y orgullo del co– razón». Triunfar en este mundo de pecado, ser agasajado en sus 37
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