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El mundo, en su acepc10n ascética y teológica, no es el mundo físico ni la sociedad en cuanto tal; el mundo es una fuerza <lel mal persistente, a veces visible, otras oculta, que re– siste a la verdad de Jesucristo, que se opone tenazmente a la dilatación dd Reino de Dios en la tierra. Esta fuerza tienr, por mentor y jefe a Satanús. El diablo actúa por sugestio– nes internas y mediante la rnal<lad de los hombres, tentando la debilidad e inclinación al mal de la naturaleza humana, a la que acosa sagazmente. El pecado es el objetivo del mun– do y de su príncipe Satanús, porque el pecado ofende a Dios y coarte el Reino de Cristo. Este enemigo del Evangelio -el mundo- está entre los hombres como la cizaiw en el campo de trigo, como el agua en la esponja. Soslayar su presencia es practicamentc impo– sible. El mundo estú en nosotros y fuera; en nuestros ojos que buscan lo que prohibe Cristo; en nuestro cuerpo que re– siste a Cristo; en nuestras pasiones que se alían pronto y gustosamente con d enemigo ele Cristo. El mundo está en la calle, en las organizaciones sociales, en los centros de re– creo, dando a estas manifestaciones de vida humana una ca– racterística de pecado. El alejamiento físico de la sociedad sobre la que tenaz– mente actúa el mundo, es ventaja y suerte para poder -..-en– cerlo y scguff con facilidad y cierta garantía el Evangelio;

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