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Sospecho que al cerrar (iste libro algwws de mis ama– bles lectoras sc>ntidm decepción, casi tristeza por lo que han lddo. Ellas que tan bella y alegremente coutemplahan la vida. la encuentran aquí úspera, casi anti¡iútica. <,Si es así no mPn'CC v1nrse». hahrfm pPnsaclo alguna~. Yo he escrito este libro no para que la., jóvenes rnnl<'ll mús alto la alegría ele q¡ jirventud. Ya se lo lw dicho mllPs. Este libro se ha escrito para defenderla~ dPl aspecto engaüo– c.o con que su candidez y sus sentimientos. a Yeces hasta su limpieza d<' espíritu, les pn~senta el mundo. Esa Yisión tan personal y tan encantadora. no es la rPaL ni meuos la cris tÍa!li1. La juventud femenina estú Pxpuesta a ser engaüada por ,u proprn cowlición e ÍnPxperiencia. Yo la he llevado a otra vertienlr> distillta de la suva, no ¡nwde extraiíarse el,, contemplar la vida de otra manera. Lo que inü'rP~il P, que c>sla mmwra sea la real y la que el hombre consciente Y cns– ti,mo debe ver y tener Pn cuenta para vivir. Hay do~ modo, de contemplar ln vida: desde PI úngulu de los sentido.s y de la fantasía o desde el campo del c>spíritu. La Yida como en e~te libro se ofrece es bella, pero vista des de la Yertiente c1e la fe cristiana. 1 :Serú mucho pedir a mis amables lectoras que adopten parn sí esta visión superior de la Yida. menos atractiva pero mús real, rrnís cristiana y a l<1 larga mú, feliz 1 Le., haría bien este lihro ,,j orie11ladas por
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