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a llevar la economía doméstica. El hogar no es un salón de fiestas donde el «tipo» y una dosis de picardía son suficien– tes para triunfar. Sería conveniente que la joven, antes ele casarse, tuviese algunos principios de pedagogía sobre el modo, nada fácil v transcendentaL del arte de educar. ¿No es el matrimonio para esto? «Criar y educar hijos para Dios». Para esto fun– damentalmente vas a casarte; por el cumplimiento de esos fines serás perfecta o mala madre. Ten en cuenta que la ma– yor desgracia que puede acontecer a un hombre en el mun– do, es tener una mala madre. Y no es buena la que sólo sabe rezar. Hay cosas que no se pueden dejar nunca a la im– provisación: una de ellas la educación ele los hijos.

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