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El sueüo de la joven es oír estas palabras: «Bueno, chi– quilla. ¿cu{mdo nos casamos?"'· Te lo dijo y te sientes feliz: vm, a casarte, ¿serú mucho pedirtP que pienses un poco p] paso que vas a dar? Casarse es hacer un conlralo con Dios. Un contrato de intereses mutuos: tuyos y de Dios. La glo– rificación eterna qne Dios ha ch• recibir de sus criaturas, es– tarú muy íntiman1ente relacionada con tu contrato matri– monial. Dios gana en que tú te cases. Y tú también espera, ganar felicidad en estr mundo y facilidad parn disfrutar en el otro. El matrimonio e, cosa seria ,· grande. La joven tiene c1ue ir al matrimonio muy convencida dr que el matrimonio es ante todo y en todo momento un servicio de Dios. Los demús hienes personales que puede rP– portar, que reportan'i si va a M en condiciones, ante estP deher tienen un valor secundario. Prinwro. el servicio ck Dios y después todo lo clemús. Un consejo: el día de tu petición. como transcenclental para tí. no dejes de acrrcarte al altar en compañía de tu no•• Y10, para que sea Dios el que refrende aquel acto. Qué mal principio ,i el novio no quiere: teme para el futuro. Debes ir acostumhrando a tu novio a que te acompafie al templo; muchas veces maüana tendréis que hacerlo; que comience desde ahora. Es triste y mal signo de compenetra-
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