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ligro de la novela rosa estii mús en lo que hace imaginar a la joven que en lo que dice. Entre las hojas de las novelas que leen las jóvenes casi nunca se ve al diablo, pero muchas ,·eces estii allí oculto y no sesteando. ¿Entonces no podremos leer novelas? No digo eso. Digo que las novelas. en general toda novela. r>s peligrosa para ln juventud femenina. aún para aquella que se considera for– mada y por peligrosa es conveniente y prudente leerlas con precaución, selección y parquedad. Como hablando dPl cine. digo que la frecuencia de novelas no es conveniente moral– mente a la juventud femenina, a unas menos que a otras según edad y temperamento. La frecuencia es casi siPmpn~ perjudicial a lns jóvenes. Puesta la mente y los ojos r>n un ambiente turbio. no se conserva limpio el corazón. Es edifi .. cante la inquietud de la juventud femenina ante sus pPnsa– mientos impuros, pero extraña su desprPocupación por 1a, causas que se los ocasionan. Lo que alegan las jóvenes que hay que sabPr dP todo. P'– principio destructor de la moral y de la conciencia cristia na. La novela en la historia siempre se ha visto como fútil. insustancial y en sentido alto de la vida, impropia del hom– bre. El Qnijote nació para ridiculizar la afición c1e entoncP~ a los libros de Caballería. muy semejantes a 1a novela. La difusión de la novela sigue las vicisitudes de la piedad y dignidad de la Humanidad. Cuanto la vida se lleva rnús arrastrada, mayor afición a libros frívolos y novelísticos. No se niega con esto que las novelas no tengan valores hnmanos. pero poco cristianos. Enseñan a conocer la vida. pero rnsi siempre de modo poco digno y muchas veces P11sef1a11 8 co– nocer y estimar la vida reprobable. 'l.) 1 ,,,_ 1
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