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acompañan desde nu10, en muchas ocasionf~S me han sern– do de abrevadero espiritual». El Jefe de Sección de Teología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Dr. R. López Gallego, dijo: «Per– sonalmente conozco hombres por cuyo espíritu el aliento de Ortega ha pasado como ciclón devastador de sus creencias re– ligiosas. Otros, sin llegar a perder la fe, se enfriaron de tal manera, que fríos siguen todavía». De ese espíritu beben gus– tosos no pocos jóvenes universitarios que por inconsciencia juvenil y por insuficiencia, sin duda, de rectoría sobre ellos, son nubes sombrías preñadas ele tempestades para el porve– nir de la nación. No piensen las jóvenes ser inmunes a la influencia de sus lecturas. En simbiosis espiritual terminarán en réplicas dP los personajes y lecciones de sus libros. La novela y el cinP. tan semejantes en su acción, constituyen la tentación más femenina por su poder sugestivo y adormecedor; gustan, ,p adaptan a su naturaleza, a los ideales de su edad y sexo y al cabo de unos años, dulcemente, sin sentirlo, sus lecturas son sus ideas, sns criterios. Decía el capuchino P. Rivaroln que el libro es a modo de un sacramento que comunica la gracia que tiene. Cada hombre es realmente hijo dP sus ideas. Las jóvenes lo niegan, pero el hecho es quP la mente y la conducta de no pocas jóvenes noveleras y entusiastas del cine constituyen una novela en acción. Son muchas las jóvenes que no conciben la vida sino ,:orno placer y fiesta. El deber tiene para ellas razón de mal. Para la juventud así configurada en su espíritu, tiene muy porn que decir el Evangelio y sus ministros; la Cruz, símbolo de Redención y de santidad, camino real del cielo, para ellas es un patíbulo. Están bautizadas. pero tienen el alma pagana.
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