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«No puede conceptuarse como Prensa católica la que anuncie o reseñe bailes inmorales, puesto que cooperan a la acción de los mismos». «l\1andamos a todos los confesores que se atengan estric– tamente a las normas precedentes». No crean las jóvenes que este pensar condenatorio de los bailes sea exclusivo de las autoridades eclesiásticas de Espa– fla. En todas las partes del mundo la Iglesia habla en los mismos términos. Escribía el Arzobispo de Charbey, en Fran– cia: «La descripción que se nos ha hecho del modo de entn'– lazarse y de los movimientos de estos bailes, nos ha conven– cido de que ellos constituyen no una ocasión próxima de pe– cado, sino pecados en sí mismos; no se les debe llamar peli– grosos sino malos; no basta mirarlos como inconvenientes, es menester condenarlos por el hecho mismo». En parecidos términos habla el Obispo de Lille, l\fonse– flor Guilliet: «Todo el atractivo de esos bailes impuros se encuentra precisamente, dígase lo que se quiera, en que los movimientos, los gestos y acercamientos excitan las pasiones y las exaltan. No puede negarse que tales bailes por su pro– pia naturaleza, por su tendencia fundamental hieren grave– mente la modestia y la virtud. Su impudor nocivo se hace aún más grave por la inmodestia de los trajes y por la des– nudez que constituyen una ocasión grave y próxima de es– cándalo. Nos los condenamos formalmente». En Concilios Provinciales y Decisiones Sinodales dioce– sanas se han tomado determinaciones condenatorias de los bailes modernos. El de Baltimore (EF.. UU.): «Persigan ]os 301
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