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tantas veces repetidas sobre el baile moderno. . . La insidia y malignidad de esta noticia excede toda ponderación, ha– biendo sido una invención fraguada principalmente por jó– venes de costumbres frívolas, para lograr introducir este abuso. No encontramos palabras suficientes 1 para condenar Psta violación manifiesta de las leyes de la Iglesia y para renovar una vez más y con mayor vehemencia que nunca nuestras enseflanzas y nuestras severísimas prohibiciones so– bre la ilicitud e inmoralidad de los bailes modernos». El Obispo de Orense, Dr. Nájera, en Carta Pastoral a su~ diocesanos: «Alerta a lo:; enc-migos interiores de Espafla», dice: «Reprobamos enérgicamente como ocasión próxima dP pecado los bailes modernos, lascivos en sí mismo o en la for– ma de bailar, por el modo de estrecharse apretadamente el hombre y la mujer o por los movimientos o giros excitantes de la pasión lasciva». «Tomar parte activa en estos bailes constituye pecado grave, aunque para algunos no sea ocasión próxima de pe– cado, puesto que hay obligación no sólo a no exponerse a pecar, sino también a evitar el esdmdalo y todo género dt> cooperación». «Ningún católico puede, en conciencia, pertenecer como socio a empresas, sociedades o círculos, etc., que se dediquen a organizar bailes de esta índole». Prohibimos terminantemente los bailes llamados de ca– ridad o benéficos. Es innegable que son una burla grotesca de la auténtica caridad».
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